Tres historias distintas sobre el roce con el terruño y la supervivencia por medio de él, narradas por personas de desempeños diversos en las ondas del programa Jristo Botev de Radio Nacional de Bulgaria. Son historias de gente llana, pero resultan significativas ya que muestran cómo se puede ser de mayor utilidad para sí mismo y para la gente del entorno, ser mejores y más felices incluso con los pocos recursos con que uno cuenta en un año como el presente.
“Va en aumento el número de las personas que aprecian la comida limpia. Curiosamente, cuando se cultivan plantas sin el uso de productos químicos, éstas desarrollan por sí mismas unas sustancias antiparasitarias y, cuando uno se alimenta de ellas, su organismo también recibe estas sustancias. De este modo, nuestras frutas y hortalizas son dos veces más útiles que el resto”, dice el joven hortelano Tijomir Tráykov, de la ciudad de Polski Trumbesh, al norte de Bulgaria. Lleva varios años enviando a sus clientes las llamadas “cestas de temporada” colmadas de frutos de la tierra cosechados en su huerto en la respectiva temporada.
”De los sesenta tipos de cultivos que he plantado, sólo ha habido dos que no han crecido este año −prosigue Tijomir− . Tales cultivos los sustituyo inmediatamente por otros. Ocurre lo mismo al caer un granizo: se recogen las plantas dañadas y se plantan nuevas. Todos los métodos que suelo emplear son naturales, fertilizo la tierra únicamente con abonos fermentados a base de ortiga. Se mete ésta en agua, permanece así 28 días y luego se pone en agua limpia, que se diluye. Lo importante es cultivar la tierra de manera que no se produzca su agotamiento y procurar que cada año que pase el suelo se vaya volviendo más rico en bacterias. Fumigar con productos químicos destruye las bacterias y la tierra se vuelve árida. En la misma forma en que las plantas se conectan con las bacterias, se conectan también los humanos: las bacterias útiles no pueden vivir en un entorno envenenado. Actualmente se pueden cultivar en invernaderos lechugas, cebolla, ajos tiernos, puerros, espinaca, rúcula, que también se pueden enviar a los clientes, ya que si no, deberemos suspender todas las faenas en estos largos meses de invierno”.
“Trabajar en el huerto es la mejor terapia ocupacional, no sólo para las personas aquejadas por problemas de salud, sino también para nosotros, la gente sana. No hay nada mejor como tener un contacto directo con la tierra −comenta Milena Bóeva de Sofía− . Podemos cuidar del otro, mientras cuidemos de la tierra y tenerlo todo combinado en un lugar. Le hemos puesto a nuestra huerta el nombre de “Inspiración”; así hemos creado el primer Centro de Ocupación Protegida este año a partir de un proyecto de la Agencia para Personas con Discapacidades. Trabajan quince personas de deficiencias duraderas y múltiples. Tienen sus contratos laborales suscritos para trabajar a media jornada, cuatro horas. El proyecto tiene una duración de dieciocho meses, y al expirar este plazo, se puede prorrogar por más tiempo. Nuestro objetivo apunta a que estas personas se mantengan con ocupación durante toda su vida. En este breve período, me he quedado sorprendida por los resultados. Al comienzo, la gente ignoraba incluso cómo crecía un tomate, y ahora ya disponemos de producción terminada que hemos procesado y la tenemos preparada para degustar en invierno. Contamos con nuestra área de bazar benéfico permanente en el que estamos vendiendo dulces, zumos, frutas secas y elementos de ornato para las Navidades. Lo óptimo que comprobamos es que estas personas se sienten útiles, necesarias y apreciadas por su trabajo. Nuestra huerta si sitúa en una zona en que antaño funcionaba una escuela militar, y ahora el municipio nos ha concedido gratuitamente el terreno de una hectárea y con una edificación anexa. El objetivo a largo plazo que tenemos es reparar esta edificación, ahora sin uso alguno, y convertirla en el primer complejo importante para la rehabilitación de personas con discapacidades. De momento no hay tal en Bulgaria”.
La tercera historia es sobre el campo como puente peculiar que enlaza el pasado, el presente y el futuro. Viene de la aldea de Zdrávets, en proximidad a la ciudad de Varna, al noreste de Bulgaria, pero su historia es indicativa de numerosos pueblos en este país. Hace una decena de años, se afincó allá con su familia Snezhana Karáyancheva.
”Anteriormente yo había ejercido el magisterio, pero la tierra me atrajo fuertemente por sus resultados más próximos e inmediatos”, dice Snezhana y cuenta cómo inventó su Granja Herbazal. La misma se transformó en una especie de banco y difusor de semillas de variedades rancias en vías de extinción en Bulgaria. Este año no fue distinto de los anteriores, salvo por el hecho de que en la granja consiguieran “despertar” semillas de tomate de un siglo de antigüedad, que se solían transmitir como reliquia en una familia de la ciudad de Dobrich.
“Cultivamos unas doscientas variedades de plantas y además logramos mantener conservadas las semillas para las variedades de hortalizas que se estuvieran sembrando hace años. Primero las sembramos en nuestra huerta para así comprobar su capacidad de vegetación, luego las ofertamos a la gente como material de plantón. Considerando la vida que llevamos en el campo, la forma en que cultivamos la tierra, llego a la conclusión de que la gente de la ciudad vive sumida en un gran engaño. Se creen que en el campo se vive de manera muy dura, que faltan los contactos sociales y que uno está desconectado de los demás, pero esto no es así. Pese a las ideas engañosas sobre la vida en el campo, va subiendo cada vez más el número de las personas que se decantan por ir a vivir en una aldea”. Así, en la aldea de Zdrávets ya se han ido estableciendo varios matrimonios de personas jóvenes y hay ahora allá una veintena de niños. Snezhana se siente contenta, ya que de esta manera se va formando una comunidad en la que se críen y crezcan sus hijos.
Adaptación hecha por Guergana Máncheva
Versión en español por Mijai lMijailov
Fotos: BGNES y archivo
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