Tarjetas postales multicolores, suvenires de cuero, hilos, arcilla y textil elaborados en los talleres sociales de Cáritas, una organización de larga experiencia en la prestación de ayuda a personas de grupos socialmente vulnerables. Todos los artículos elaborados llevan un mensaje común: el de la mano tendida a una persona necesitada, de barreras culturales y lingüísticas superadas y de una escapatoria del grave aislamiento social.
Los talleres artísticos especializados han abierto sus puertas en diferentes centros sociales en Sofía y rápidamente se han convertido en un lugar de encuentro de mujeres refugiadas de diferentes generaciones que encontraron asilo y un hogar nuevo en Bulgaria. La posibilidad de comunicarse, de sentirse aceptadas en la sociedad y útiles para sí mismas y para los demás las ha llevado al lugar donde se comunican en búlgaro, aprenden más sobre las tradiciones y las costumbres del país de acogida, se reúnen con compatriotas suyos que tienen un destino similar.
“Es muy bueno que las refugiadas en Bulgaria conciben el taller como un lugar tranquilo que las predispone a abandonar el aislamiento –dice Sofía Bahoudeila, intérprete en la empresa social y asistente a personas de grupos vulnerables en Bulgaria– . Ellas han llegado a Bulgaria en diferentes momentos, pero se sienten igualmente cohibidas. Los talleres les dan la posibilidad de expresarse y demostrar la experiencia que han acumulado en sus países. El mayor obstáculo es la barrera lingüística. Con frecuencia los refugiados tratan de superarla y se animan a hablar en búlgaro. Es difícil pero procuran hacerlo, se matriculan en los cursos lingüísticos y aplican lo aprendido en la práctica”.
Según Inam, de Siria, que lleva seis años viviendo en Bulgaria: “La posibilidad de comunicarme me produce gran alegría, como el hecho de que a mi edad puedo reunirme con personas nuevas y diferentes, tanto búlgaros como refugiados. Al principio no era nada fácil, pero con el tiempo conocí al pueblo búlgaro, que es muy bondadoso, simpático y abierto con respecto a todas nosotras, así que ahora la vida es fácil para mí. En Siria me dedicaba a una actividad social similar. Mi deseo es transmitir a mis nietos lo que he aprendido aquí”.
Reneé, de Siria, ha llegado a Bulgaria con toda su familia. Esta mujer tiene 64 años y también trata de hablar el búlgaro para adaptarse al nuevo entorno:
“Participar en los talleres artísticos me insufla confianza en mí misma. Me gusta tejer. Desde Siria he traído un modelo de cestas que se tejen y que he elaborado allí en varias ocasiones. Ahora las cestas se elaboran aquí”.
Aparte de ser un lugar para adaptación social, en el taller las mujeres dan rienda suelta a su talento y a sus habilidades y enseñan a los jóvenes. Esto es lo que ofrece este lugar, a juicio de Sirín de Palestina, de 37 años. Ella tiene página en Internet en que expone distintos artículos inspirados en la atmósfera del taller artístico.
“Se me da muy bien coser, tanto a mano como a máquina, esto es algo muy natural para mí. Me siento muy bien, aprendo cosas nuevas, el medio es muy fructífero. Concibo como hermanas mayores a las mujeres con las cuales nos reunimos aquí. La comunicación con estas mujeres es una fuente de muchas ideas. Doy mis gracias a todo el equipo del taller”.
Versión al español de Hristina Táseva
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