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Las medidas tradicionales de los búlgaros

Antes de adoptar el sistema de medidas moderno los búlgaros utilizaban medidas y pesos muy ingeniosos. Algunas de las medidas antiguas han caído ya en el olvido; otras se han conservado pero sólo como elementos de expresión idiomática; otras más se conservan y utilizan hasta nuestros días.
La folklorista Rumiana Panayotova nos ofrece algunos ejemplos curiosos de tales medidas.
Las medidas tradicionales son muy prácticas. Son accesibles y de fácil aplicación para cualquiera. Antaño las mujeres medían las telas por “antebrazos”, utilizando como medida la longitud del antebrazo, es decir la distancia desde el codo hasta las puntas de los dedos. La medida más pequeña era el palmo: la distancia entre la punta del pulgar y la punta del meñique teniendo la palma bien abierta.
Múltiples canciones sobre Krali Marko afirman que el sable de este mítico héroe nacional tenía 12 palmos de largo, lo cual significa unos 240 centímetros, y “un palmo y un cheperek” de ancho. Cheperek era la distancia entre las puntas del pulgar y el índice bien abiertos, o sea que el sable tenía unos 32 centímetros de ancho (un palmo de 20 centímetros y un cheperek de unos 12 centímetros)
Las anchuras más pequeñas, por ejemplo el ancho de la franja de determinado color en una alfombra, se medía con los dedos, unidos el uno al otro. Hay en búlgaro una expresión idiomática que reza “Tener dos dedos de frente”. El significado literal de esta expresión es persona de frente baja, y el sentido figurado es persona algo sonsa, y de horizonte limitado.
Para medir los objetos más pequeños la gente se servía del llamado “klekavets”, es decir el tamaño de la uña del pulgar.
Estas eran las medidas más utilizadas en la vida cotidiana. Eran aproximadas porque en el fondo dependían de la estatura de la persona, por lo cual se solía precisar “esto mide un palmar mío” o “aquello mide dos palmares de mi padre”.
Desde tiempos antiguos existe la expresión tradicional de “medir con diferentes varas”. La vara tenía la longitud de “dos antebrazos”. “Medir con diferentes varas” es sinónimo de aplicar diferentes criterios al valorar los hechos en función de las circunstancias.
La ventaja de los elementos de medición tradicionales es que siempre están a mano. Es lo que ocurre también con la medida tradicional del “paso”. “Su casa está a cincuenta pasos de la mía”, decían antaño. Por pasos medían los hombres la extensión de sus sembradíos. Utilizaban como medida también “la pisada”, es decir el tamaño del pie.
Es aún más relativa la utilización de la medida denominada “estatura humana” (porte). Cierto que esta medida puede variar mucho pero al decir, por ejemplo, ese árbol tiene dos estaturas humanas de alto, o la altura de la cerca es de una estatura humana, la idea queda bastante clara.
Este sistema de medidas era lo suficientemente preciso para la práctica diaria de antaño, cuando el sustento de la familia provenía de la hacienda familiar.
Hay un sistema de medidas agrícolas tradicionales de Bulgaria bastante curiosa que combina la cantidad de trabajo y el tiempo necesario para la labranza de una parcela por ejemplo. La medida podía ser “un día de arado con un par de bueyes”, o simplemente “un par”.
A los viñedos se aplicaba la medida de labranza manual con el azadón. Se decía por ejemplo aquella parcela requiere “un día de azadón”.
Las parcelas pequeñas se medían por el número de surcos. Para decir que la parcela era pequeña se decía es una parcela de dos surcos. Los dominios más extensos se medían por el tiempo necesario para recorrerlos a pie o a caballo. “Un día de marcha” era unos 30 kilómetros aproximadamente, y “un día a caballo” equivalía al doble, 60 kilómetros.
La vida de la comunidad campesina solía transcurrir en el territorio del poblado y las tierras colindantes, que formaban su término municipal, que tradicionalmente se denominaba “terruño” o “comarca”. Decir Fulano tiene una “comarca” de propiedad era decir “fulano posee grandes extensiones de tierra”.
Hay un cuento tradicional humorístico sobre un ricachón que quería pedirle a Dios una “krina” de monedas de oro. “Krina” se denominaba un cubo cilíndrico que servía para medir los granos y equivalía a unos 15 kilogramos. Al formular su petición, se equivocó y pidió “una krina de cabeza”, y Dios cumplió lo que oyó que le pedía, transformando la cabeza del ricacho en una “krina” o cubo de madera.
Para mayor precisión en la medición del peso se utilizaba la medida turca “oka”, que equivalía a 1,28 kilogramos. Los búlgaros siguieron utilizando esta medida largo tiempo después de la liberación del país de la dominación otomana en 1878. La abandonaron a finales de los años 20 del siglo pasado.
Existía antaño también una medida tradicional llamada “kilo” que era bastante más pesada que el kilogramo moderno, llamado kilo para mayor brevedad tanto en español como en búlgaro.
Algo similar ocurre con la medida de la cuchara. La tradicional cuchara búlgara era de madera y de un volumen considerablemente mayor que el de una cuchara moderna, de modo que una cuchara de harina antaño era una cantidad tres veces mayor que una cuchara de harina hoy.
Y para terminar mencionaremos que la cuchara era utilizada simbólicamente como medida de la capacidad humana. Decir en búlgaro que Fulano ha entrado a trabajar en tal sitio pero que ese trabajo no es cuchara para su boca, significa que la capacidad de Fulano es muy inferior a la requerida para ese trabajo, o, en otras palabras, que las ambiciones de Fulano superan su capacidad.

Por Rumiana Panayotova
Versión en español de Raina Petkova
По публикацията работи: Rumiana Panayotova


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