La Scala de Milán, teatros líricos de Berlín, Munich, Dresde, París, Viena, Río de Janeiro, Bruselas, Nueva York, Detroit, Tokio, solo son una parte de los escenarios prestigiosos que figuran en la biografía de Mariana Tsvetkova. En su repertorio tiene papeles principales en obras de Verdi, Puchini, Wagner, Richard Strauss, entre otros. Se autodefine como músico, artista, seguidora de todas las artes. “Si no fuese cantante lírica, sería pintora. Pero creo que eso ocurrirá después de que abandone el escenario” – confiesa Mariana.
“Conocí al gran bajo búlgaro Boris Hristov en 1990 cuando estaba cursando estudios con él. Nuestro último encuentro fue el 4 de septiembre de 1991. Trabajamos intensamente durante 8 ó 9 meses. Pero él sigue presente en mi vida. Me siento vinculada con él no solo por lo aprendido profesionalmente. He heredado de él ese espíritu combativo que a veces me hace malas jugadas. Creo que el mayor castigo para una o para un pueblo es aceptar la injusticia. Me consta que él ha sido un hombre muy honesto y directo en sus relaciones con los colegas y eso me sirve de ejemplo e inspiración.
“A la Academia de Roma fuimos cuatro personas: Ventsislav Dinev, Petio Konovski, Plamen Beikov y yo – prosigue Mariana. Al final del curso habíamos quedado solo dos. Boris Hristov no enseñaba técnicas vocálicas. Insistía en que los búlgaros estudiasen en su academia para mostrarles cómo trabajar los libretos y transferir su actitud personal. Nos enseñaba cómo interpretar. Recuerdo la famosa aria de Lisa de La dama de picas, de Chaikovski. El maestro me decía que tenía que cantar las últimas palabras llorando. Yo era muy joven. Cuando no podía entender o interpretar lo que quería, me daba rabia. Había no solo chispas, sino verdaderos vientos huracanados. El maestro insistía en que trabajáramos, incluso los domingos, y nosotros, una vez en esa ciudad encantadora, queríamos ver el Vaticano, los museos y las catedrales. Él se enfadaba y decía: "Yo os contaré qué hay allí. Quedaos aquí, tenemos que trabajar". ¿Cómo nos alababa? Tengo que aclarar que eso pasaba raras veces. Para mí el mayor reconocimiento era ver lágrimas en sus ojos después de haber cantado algo. No había elogio más grande que eso. Todavía era joven y no me daba cuenta de cómo luchaba él después de su derrame cerebral. Cada mañana, a las diez y media, nos esperaba en la sala. Después de un breve descanso, por la tarde de nuevo estaba en el mismo lugar. Años más tarde me di cuenta de que cada instante él lo había percibido como un rato precioso. Me asombraba de que recordase las líneas de todos los protagonistas de las óperas en que había cantado: Don Carlos, La fuerza del destino, etc. Era un gran hombre. Esa experiencia y el recuerdo de aquellos días son una gran fuente de inspiración. He aprendido de los momentos de ira, de sus ganas de lograr todo lo que les exigía a sus discípulos. Hay muchos cantantes búlgaros exitosos en el mundo, pero solo Boris Hristov creó una academia para búlgaros. Siempre decía: soy búlgaro. Vale la pena reflexionar sobre eso hoy en día, cuando nuestra patria atraviesa por un periodo muy duro y muchos búlgaros abandonan el país. Boris Hristov había caído en desgracia por mucho tiempo, las autoridades búlgaras no le daban permiso a volver a Bulgaria y reunirse con sus padres en sus últimos días. A pesar de ello, siempre decía que debíamos recordar los momentos felices de nuestra historia y espiritualidad, que en cualquier parte del mundo debíamos ser búlgaros dignos".
En 2014 se cumplen 100 años del nacimiento de Boris Hristov. En memoria de su maestro, Mariana Tsvetkova y Plamen Beikov realizaron varios conciertos. Uno de ellos está incluido en la cartelera de las Jornadas Musicales de Marzo en Ruse.
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