Desesperación, ira, desolación… Son tres conceptos que resumen muy bien el estado de ánimo de las víctimas de la inundación de Biala Slatina, pequeña ciudad en el noroeste de Bulgaria… El soleado día 1-ro de agosto, el agua, surgida como si fuera de la nada, sorprendió la ciudad y en menos de media hora cubrió calles, casas y comercios. La luz se cortó y el río Skat enloqueció en el sentido más literal de la palabra. Este afluente del Danubio, habitualmente manso e inofensivo, que los lugareños suelen llamar “la zanja”, se transformó y en pocos minutos se desató una inesperada energía arrasando con todo en su camino y causando daños irreparables.
En la noche anterior a este verdadero diluvio, sobre Biala Slatina habían caído 86 litros de agua por metro cuadrado, 1,5 veces más que el volumen habitual de las precipitaciones para el mes de julio. Sin embargo, nadie esperaba que esta lluvia torrencial ocasionara semejantes estragos. La crecida se abalanzó sobre la ciudad, llegando la altura del agua en algunos puntos a un metro ochenta centímetros. En pocos instantes la estación de autobuses, las calles, el puente sobre el río, los sótanos y las plantas bajas de las casas se vieron inundados. Cual centrifugadora, el agua absorbía todo en su camino y arrastraba los automóviles como cajitas de cerillas o fósforos. Mientras, cada cual corría para salvarse como podía. Algunos escaparon de sus coches por las ventanillas, otros lograron treparse sobre los tejados de sus casas para esperar allí ayuda, otros más cayeron en poder de las turbias aguas del Skat y a duras penas consiguieron llegar a nado a la orilla.
“La riada me sorprendió por la espalda, mientras descargaba las mercancías para mi tienda, y me arrastró a dos metros a un lado. Menos mal que, no sé como, logré aguantar su presión”, narraba una vendedora del supermercado local. Hasta el fin del día viernes 250 personas fueron evacuadas con éxito con ayuda de excavadoras, botes y vehículos todo terreno. Sin embargo sus casas y sus enseres se los tragó el agua. Los accesos a la ciudad quedaron inundados y, a semejanza de decenas de poblaciones del noroeste de Bulgaria, Biala Slatina quedó aislada del mundo. Al mediodía del sábado el agua no había bajado ni un centímetro y la situación semejaba secuencias de una apocalíptica producción hollywoodense. En la ciudad corrieron rumores que se avecinaba una segunda avenida del agua.
“En las zonas inundadas ya rondan bandas que saquean casas, ¿quién salvará mis cosas?, se lamentaba una mujer cargando un niño en brazos tratando de romper desesperadamente el cordón de policías para poder entrar en su casa. En estos momentos estamos salvando vidas humanas, señora, sus cosas tendrán que esperar”, respondía impasible un policía. Pero la gente apenas contenía su ira culpando a las autoridades municipales de ser inactivas e incompetentes.
Nadie sabe de donde surgió la monstruosa avalancha de agua. ¡Qué barbaridad! Están dejando salir el agua de las represas sin avisar, estaban indignados algunos. Otros, sin embargo, sin titubear corrían para ayudar a los afectados. Algunos intentaban sacar coches del agua tirándolos con sogas. Propietarios de excavadoras y todo terrenos también se sumaron al rescate. Mientras botes salvavidas de Defensa Civil navegaban de un lado a otro por las calles que parecían ríos, muchas personas pasaban horas y horas en los tejados de sus casas esperando la salvación. Biala Slatina quedó aislada del mundo ayer también. “¿Qué diría la población de la ciudad de Misia que queda tan solo a 30 km de aquí? Allí el agua ha destruido una tercera parte de la ciudad. ¡Pobre gente!, decía la propietaria de un motel.
Pero, hoy, ya se puede entrar en Biala Slatina, el agua lentamente se está yendo de las calles y de las casas. Volvieron el agua y la electricidad y junto con ellos la esperanza de que nunca un cataclismo similar afecte a los ciudadanos de la zona más pobre de la Unión Europea. Ahora, la gente espera solidaridad y ayuda de las autoridades locales y de las instituciones europeas. Sólo de esta manera podrán escapar de la pesadilla que tuvieron. A propósito, esta semana habrá lluvias y más lluvias…
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