Este pintor nació en Sofía pero su trayectoria profesional ha cambiado de rumbo con frecuencia. Ha viajado bastante por el mundo, incluso vivió un buen tiempo en el extranjero. Descubrió su vocación siendo niño y no ha dejado de seguirles los pasos a sus sueños y a sus aspiraciones. Hoy se pueden ver obras de Rumen Rachev en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, en la colección gráfica permanente de la Biblioteca Pública de la Gran Manzana, así como en los fondos del Banco Rothschild en Zurich.
“Los derroteros de esta energía mía se remontan a mi infancia. Mi maestra de primaria apreció mi talento y mi deseo de dibujar. Me decía: “Has nacido para ser pintor”. Después de la primaria continué asistiendo a talleres y cursos de pintura en el llamado Palacio de los Pioneros de antaño, hoy Palacio de los Niños, donde tuve otra maestra entrañable, que también era pintora. Lograba motivarnos con admirable habilidad, provocaba nuestra imaginación infantil y no paraba de organizar exposiciones. Era una pedagoga realmente admirable. Luego, estudié cinco años en la escuela media de Artes Plásticas de Sofía. Fue un período inolvidable en el que me fui formando como persona y como artista. No éramos simples estudiantes; éramos unos trabajólicos fanatizados, teníamos grandes aspiraciones y altas metas. Fueron magníficos tiempos en que nos sentimos libres, no obstante que no dejábamos de refunfuñar a regañadientes contra el Gobierno. Existían muchas limitaciones. Por ejemplo, no teníamos la libertad de viajar, pero yo tuve la suerte de crecer en un entorno en el que no había vetos".
"Luego, me gradué por la Academia de Artes Plásticas, en la especialidad de Afiche y Preimpresión. Posteriormente, me decanté por la pintura y el grabado y, el arte impreso participando en muchas exposiciones. Hacia mediados de los 80 del siglo pasado empecé a exhibir obras en el extranjero. En general, mi juventud fue un continuo pintar, mucho trabajo y frecuentes actuaciones como guitarrista en diferentes grupos musicales juveniles. Interpretábamos canciones de los Beatles, los Rolling Stones, Deep Purple, Chicago… La música siempre ha sido parte de mi vida”.
En ese período, Rumen Rachev exhibió obras suyas en EE UU, Suiza, los Países Escandinavos y otros, con los que mantiene contacto hasta hoy. En 1989, el año de los grandes cambios en Bulgaria y en todos los países del hoy extinto Bloque Socialista, el pintor decidió abandonar la patria.
“En 1989 marché a Alemania, donde residí unos 18 años. Yo diría que tengo un pie puesto ahí y el otro aquí, en Bulgaria. Me marché con mi familia con la idea de radicarme allí. Entré en contacto con diferentes galerías y surgieron muestras y exposiciones, una tras otra. La permanencia durante tantos años en un país que no es el tuyo natal incide en la cosmovisión y uno adquiere mentalidad cosmopolita. Ahora viajo con frecuencia a Alemania y a otros países. Volví a Bulgaria porque en esta fase de mi vida estoy convencido de que la ubicación geográfica no es factor determinante para los problemas que afrontan las personas por el mundo. En todas partes existen dificultades. Dentro de pocos días, el 9 de mayo, inauguraré una exposición, la primera individual que tendré en la flamante galería “Niuansi” (Matices). El equipo de la galería es gente muy activa y el lugar ofrece magníficas condiciones para exhibir. Me siento muy emocionado, como siempre ocurre en la víspera de un nuevo encuentro con entendidos y enamorados del arte. Siempre hay interrogantes y tareas dejadas para el último momento. Creo que la inauguración será un éxito gracias, sobre todo, a mi invitado especial, el mundialmente conocido violinista Nigel Kennedy”.
El excéntrico violinista tocará en el acto inaugural para su amigo de largos años. Luego, el 10 de mayo, ofrecerá un concierto en el Palacio de Cultura de Sofía, en el que presentará interpretaciones propias de la música de Jimi Hendrix.
“Nigel es una persona muy original e interesante, pero dicen que lo soy también yo. Será por eso que nos hemos hecho amigos. Nos conocimos a través de un amigo común, un búlgaro que estudiaba en Londres y que había regalado a Nigel un catálogo de obras mías, que le gustaron, así que hablamos por teléfono y, luego, nos reunimos al término de un concierto suyo en los bastidores. Nigel insistió en que yo me ocupara del diseño de su álbum “Kennedy plays Bach”, realizado conjuntamente con la filarmónica de Berlín. El disco fue distinguido con el premio Brit Award, y yo sentí ese éxito de Nigel como mío también, en parte. Con él somos algo así como gemelos astrológicos y tenemos muchas cosas en común. No somos “amigos inseparables” porque él tiene una agenda apretadísima, pero siempre que sea posible nos reunimos y nos lo pasamos muy bien”.
Versión en español por Hristina Táseva
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