El rápido desarrollo tecnológico en el siglo XXI, además de cambiar la vida de muchas personas, ha contribuido a difuminar las fronteras entre las profesiones consideradas masculinas y las femeninas. “Ya no importa el género, sino la habilidad para el trabajo con la que se puede contribuir a la prosperidad de la empresa”, dice Plamen Tólev, gerente de una empresa de software búlgaro-alemana. En su opinión, la cuestión de si las mujeres tienen un lugar en el sector tecnológico hace tiempo que se ha resuelto a favor de la igualdad. Según dice, para el empleador hoy en día es importante ver en cada persona de su equipo personalidad y carácter propio. Ninguna empresa internacional clasificaría a sus empleados por sexo, nacionalidad o religión.
La mayoría de los gerentes comparten este punto de vista de no elegir a sus empleados según si llevan falda o pantalón, sino según sus capacidades. Gran parte de las búlgaras niegan haberse sentido jamás afectadas por la desigualdad de género en la oficina con respecto al llamado sexo fuerte. Sin embargo, según datos oficiales, las mujeres perciben una retribuciónun 20% inferior que los hombres. Se mantiene la tendencia de que los hogares cuya cabeza de familia es la mujer, sean un 25-30% más pobres que el resto, lo que lleva a los principales especialistas en política demográfica a hablar de la “feminización de la pobreza” en Bulgaria.
Cada año crece el número de quejas presentadas por mujeres a la Comisión para la Protección contra la Discriminación. Las más habituales se deben a la negativa de los empleadores a contratar a mujeres que han alcanzado cierta edad, embarazadas o madres de muchos niños. No faltan casos en los que las mujeres trabajadoras se quejan de acoso sexual en la oficina. Otras reciben tareas extra que no responden a la descripción del puesto de trabajo. Es alucinante el caso de una flautista de orquesta de la ciudad de Lovech, en el norte de Bulgaria, a quien se encomendaron tareas de limpiadora en la sala de ensayo por ser la única mujer del conjunto de musicos. Sobre centenares de casos de discriminación contra las mujeres por parte de sus empleadores en distintos puntos del país habla Guenoveva Tísheva, directora de la Fundación Centro Búlgaro de Investigación de Género:
“Nos centramos en la situación de la mujer en el mercado laboral búlgaro debido a la reforma de pensiones, de la que todo el mundo espera poder obtener una pensión bien merecida al final de su carrera. El hecho que nos lleva a pensar que las mujeres son discriminadas desde jóvenes es que en el cada vez más reducido mercado laboral, a las mujeres les cuesta cada vez más encontrar trabajo y permanecen aisladas más tiempo que los hombres. Trabajan en condiciones menos favorables en cuanto a la relación tareas-salario. También hay discriminación por motivos de edad. En muchos lugares no son aceptadas si tienen más de 40-45 años, a pesar de presentar los títulos y calificaciones necesarios, porque no tienen el aspecto que les gustaría a los empleadores. Incluso en las ofertas de trabajo, algunos empleadores especifican qué apariencia habrían de tener las candidatas al puesto vacante, especialmente en el sector de servicios. A esa edad en que las mujeres se ocupan activamente del sustento de su familia se vuelven más frecuentes las denuncias de explotación laboral. No es ningún secreto que en la industria de la confección los empleadores extranjeros se permiten arbitrariedades que hasta ahora no han sido penalizadas por las autoridades competentes. Igualar la edad de jubilación entre ambos sexos, que es el objetivo de la reforma de pensiones, en nuestra opinión dará lugar a una mayor discriminación hacia las mujeres. Conseguir los 37 años trabajados que se requieren para la jubilación sería imposible para la mayoría de las búlgaras trabajadoras”.
El problema se extiende aún más allá. Incluso en casos probados de discriminación laboral, las mujeres se niegan a emprender acciones legales. El caso de Elka Sharbánova, de la ciudad norteña de Ruse, apareció en los medios de comunicación. Tras investigar su caso, Elka recibió el fallo de la Comisión para la Protección contra la Discriminación, según el cual su despido fue un acto de discriminación directa de género. Sin embargo, la Comisión no hizo recomendaciones específicas al empleador. Según Guenoveva Tísheva, las mujeres que se atreven a reclamar sus derechos acaban en "la lista negra" de los empleadores, sobre todo en los centros poblacionales pequeños, lo cual las aparta automáticamente del mercado laboral por mucho tiempo.
Versión en español por Marta Ros
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