Al igual que en cualquier otra esfera también en los seguros sanitarios contamos con un recio sector gris. Según cálculos modestos, éste serían del orden de un 20 a un 25 %.Es decir, de 500 mil a 850 mil búlgaros, con residencia fija en este país, no cotizan a la seguridad sanitaria, ni tienen ingresos para sufragar servicios médicos. Entonces esto quiere decir que se trata de un grupo que ni trabaja ni cotiza a la seguridad sanitaria y, encima, es el más enfermizo. Esta parte de la población recibe asistencia médica a expensas de las personas que sí pagan sus seguros sanitarios. El problema, desde luego, debe solventarlo el Estado cargando él mismo con las cotizaciones sanitarias de tales personas, o bien, señalando hospitales para personas pobres. Puede ser, pero en una otra vida o en un otro planeta. Que, ¿por qué? Pues veamos.
Como cualquier otro presupuesto también el de la Caja Nacional de Seguro Sanitario presenta una partida de ingresos y otra, de gastos. La partida de los ingresos se va formando por dos vías. La primera es la de las cotizaciones al seguro sanitario que representan un 8 % del ingreso que uno percibe. Su cuantía para 2016 se calcula en 920 millones de euros. La cifra supera en casi 46 millones de euros la del año 2015. La segunda vía es la de las cotizaciones que el Estado abona por las personas de cuya seguridad cuida. El monto de estas cotizaciones es de unos 500 millones de euros. Partiendo de un salario mensual medio de 410 euros, el búlgaro aporta una media de 30 euros a la seguridad sanitaria. El Estado abona, por cada uno de los menores de edad y los jubilados, una media de 10 euros, o sea, tres veces menos. Es por esto que la Caja Nacional de Seguro Sanitario llama insistentemente al Estado a que abone cotizaciones más cuantiosas.
En realidad, empero, el búlgaro paga un 60 % de los gastos en salud de su propio bolsillo, y según un estudio de ONGs, están siendo pagados ”bajo la mesa” más de mil millones de euros. El resultado es dos presupuestos de la Caja de Seguro Sanitario: uno, “sobre la mesa”, y otro, “bajo la mesa”. El quid del problema estriba en que el Estado no reconoce-pero debería hacerlo-su incapacidad de afrontar las necesidades de la Salud Pública. De la Ley sobre la Seguridad Sanitaria deberá quedar suprimido el texto que reza que la Caja lo paga todo. Lo que ocurre es que la Caja engaña a los hospitales, los hospitales le engañan a ella y, en última instancia, son los pacientes quienes sufren. La idea que dejaría las cosas resueltas hasta cierto punto es fijar el porcentaje que pueda pagar la Caja Sanitaria del valor total de la asistencia médica y luego los enfermos deberán pagar por la diferencia. Esto, sin embargo, no aparece ni remotamente social.
Desde hace una década se vienen haciendo referencias a los llamados grupos diagnósticamente asociados conforme a los cuales se haga el pago en los hospitales, antes que en base a los llamados “senderos clínicos”. Se habla mucho pero no se hace nada. Sin embargo, esto debería hacerse más temprano que tarde, ya que un “sendero clínico” exige que se apliquen determinados chequeos o sesiones, sin que, en última instancia, importe lo que haya pasado con el paciente y su enfermedad. Todos los hospitales cobran su dinero pero el paciente sigue sufriendo. En el caso de los grupos diagnósticamente asociados existe el interés en comprobar lo que ha pasado con la salud del paciente.
La verdad es que los políticos carecen de estrategia. En 15 años, la Ley para la Seguridad Sanitaria ha sido enmendada 90 veces. La idea era que el dinero siguiera al paciente, o sea, que se pagara por trabajo hecho. Con el sistema actualmente vigente el dinero se va en estructuras. Todas las medidas que propone también el actual ministro búlgaro de Sanidad, Petar Moskov, se refieren a los hospitales. Es allá donde va a parar mucho dinero pero uno debería llegar a un centro sanitario sólo en caso de extrema necesidad. Por esta razón en los países desarrollados los recursos van siendo encauzados a la profilaxis y al tratamiento ambulatorio. En Bulgaria sucede todo lo contrario: el dinero asignado a asistencia médica extra hospitalaria, previsto en el presupuesto aumenta mucho más lentamente que el que se dirige a los hospitales. Por esta razón, en el análisis del Banco Mundial sobre la reforma en el sector sanitario búlgaro se expresa: “Es baja la cobertura de los servicios sanitarios de profilaxis y los búlgaros están siendo hospitalizados con mucha mayor frecuencia que en el resto de los países europeos, lo cual es indicio de que el sistema búlgaro no ofrece la combinación adecuada de servicios”.
Por consiguiente, el sistema no se ha reformado y seguirá como tal hasta que aparezca una persona valiente y capaz de afrontar la resistencia que oponen los que se benefician de esta situación y se aferran al estatus quo para seguir amamantados por este barril sin fondo.
Versión en español por Mijail Mijailov
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