Es el nombre de un compendio, una exposición itinerante y un sitio multimedia que están ilustrando a través de los testimonios de 30 representantes de la comunidad judía, el pasado y la actual gran variedad de ésta en el norte de Bulgaria.
¿Por qué precisamente la comunidad judía y justamente el Norte de Bulgaria?
Los autores del proyecto son la Asociación “Espacios europeos 21” y los museos de historia regionales de Ruse, Shumen y Varna, que conforman la llamada “línea de la modernidad” por la que, desde mediados del siglo XIX. cruza el camino búlgaro a Europa. Una buena parte de las dimensiones materiales y espirituales de esta ruta se asocia precisamente a los judíos búlgaros pobladores de esa región y que forman parte de su riqueza que resulta, en gran medida, escasamente estudiada. O, según dijera el Premio Nobel de Literatura, Elías Canetti, nacido en Ruse −y cuyo nombre anterior fue Rustchuk− en su libro La lengua rescatada.
Me costará crear una idea sobre la abigarrada variedad en aquellos años tempranos en Rustchuk, sobre sus pasiones y recelos. Todo lo que llegué a vivir posteriormente ya había ocurrido en Rustchuk. Allá el resto del mundo se llamaba Europa.
Es similar el enfoque del profesor y doctor Nikolay Nenov, autor del compendio y director del museo de Ruse: Son precisamente las voces múltiples, las voces personales de personas de las más comunes que ni remotamente llegaban a pensar que serían parte de una historia pública y general, nos ofrecen la oportunidad a todos nosotros, al leerlos, al escuchar sus narraciones, de ir ensamblando los puzles, las partículas del mosaico de la compleja vida que a todos nos ha tocado vivir y hacer, de este modo, el cuadro más depurado y más concreto. Creo que esto nos ayuda a todos.
Las entrevistas vídeo nos conducen por los vericuetos de la vida, haciendo escalas en temas cruciales como la infancia, la familia, la barriada, las festividades, el sufrimiento, la cotidianeidad, el trabajo, la Tierra de Promisión. Estos aspectos se encuentran estructurados así, tanto en el compendio como en la exposición profusamente ilustrada a la cual se puede acceder en el sitio web.
¿Hasta qué punto Bulgaria llegó a ser parte de esa Tierra de Promisión?
Somos los llamados judíos sefardíes en los Balcanes. Llegamos después del año 1492 cuando al Santo Oficio se le ocurrió expulsar de España a todos los que no eran cristianos, cuenta uno de los entrevistados, Nisim Mois Farhi, nacido en 1923. Al lado de sus frases descubrimos la efigie de Sara Teodora, zarina búlgara de origen hebreo, del siglo XIV, pintada en los Monasterios Rupestres de Ivanovo, próximos a Ruse, que forman parte del patrimonio Cultural Universal. Para Nikolay Nenov las cosas trascienden el marco del símbolo común y el afán de escudriñar el pasado, tan típico últimamente, incluso en el seno de los círculos profesionales en Bulgaria.
La zarina búlgara de origen judío sentó el principio de la estirpe de los Shishman como una dinastía pero puede ser concebida, en realidad, como un signo en el que busquemos multitud de matices que nos puedan ofrecer respuestas a nosotros, la gente de la época moderna, en vez de que nos empeñemos en buscar una predestinación. Luego, dependerá de nosotros mismos la capacidad de mostrar a los demás quiénes somos, tanto a través del pasado como por medio del presente. Es que es mucho más útil decir: Esto lo he hecho yo, yo soy así, que sólo seguir buscando consuelo en el pasado. Este enfoque es mucho más constructivo e inteligible para los demás y se ajusta a nuestros conceptos sobre la identidad distinta en la época actual. Para unas personas son unos conceptos determinados, y para otras, otros distintos, pero, antes que nada debemos seguir siendo honestos con nosotros mismos.
A veces esta franqueza puede sonar en forma paradójica, como los recuerdos de una mujer nacida en Shumen y, actualmente, radicada en Israel. Recuerda cómo, de chiquilla, tuvieron que esperar todo el día en la estación de trenes de Shumen el convoy que debía transportarlos a los campos de concentración nazis en Polonia ocupada por los alemanes. Las personas mayores de edad lloraban, y los niños se regocijaban de que viajarían en tren y verían nuevos países. Cuando con la llegada de la noche se les comunicó que podían volver a sus hogares, sucedió todo lo contrario: los adultos se pusieron alegres, y los niños rompieron a llorar.
Cuando tras la fundación del Estado de Israel, los judíos búlgaros lo adoptaron por su nueva patria, no fue poco el sufrimiento que sintieron al abandonar Bulgaria, dice el doctor Nenov y agrega: Los periplos son sumamente importantes al igual que los retornos y, quienes no regresan sufren. Tal y como también nosotros sufrimos echándolos de menos, porque las comunidades judías que nos han abandonado son, en realidad, una pérdida también para nosotros.
En los minutos finales de la entrevista, el doctor Nenov recuerda riendo su encuentro, hace años, con Rubcho, amigo de sus años de estudiante quien actualmente reside en los EE.UU. Tras los cambios a comienzos de los años 90 del siglo pasado, los contactos entre parientes residentes en Bulgaria y en Israel no eran ya obstaculizados como había ocurrido en la época del comunismo, en la que a Israel se le consideraba una parte del llamado “campo enemigo”. Los bultos postales con alimentos enviados desde Israel se volvieron muy frecuentes sobre todo en los meses de hambre en la transición a la economía de mercado en Bulgaria. El doctor Nenov no olvidará jamás las pequeñas bolsitas que Rubcho le daba. Iban llenas de una sustancia en polvo, uno las cocía y al sacarlas del agua uno veía cómo se habían transformado en patatitas. Por esto las palabras finales del doctor Nenov sobre el sufrimiento y la salvación suenan así: El sufrimiento está en todas partes. Nos está acosando, y la salvación depende de nosotros mismos.
Tal es también el quid del proyecto: presentar, a través de la memoria de una comunidad, el camino para adentrarse en su esencia. Admitidos a los hogares y asomándonos a los sentimientos de sus representantes no podemos sino hacernos un poco más tolerantes y volvernos un ápice más humanitarios.
Versión en español por Mijail Mijailov
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