Los niños tienen un don maravilloso: sumergirse tanto en los cuentos de hadas que los recrean cuando juegan. Sin embargo, resulta que no es necesario que recurran a su imaginación para entrar en un mundo nuevo. Para los niños de ciudad, el viaje mágico a través del tiempo y el espacio, puede ser un idilio rural con sus aromas, sonidos, tacto y colores.
El pueblo de Tankovo, en los montes Ródope, cuenta desde hace poco con una “Granja del Sol”. Un lugar mágico para los niños donde pueden hacer muchas cosas por primera vez, y sobre todo sentir la libertad.
Decidí abrir la granja a los visitantes para mostrar a los niños y a los jóvenes cómo vivimos en los pueblos, de dónde viene la comida, por qué es importante alimentarnos con productos naturales y limpios, y tener contacto con los animales, cómo el mismo pueblo en el que vive una gran parte de la población está tan ligado a la Naturaleza, y por qué debemos cuidarla.
Mihaela Kircheva habla inspirada del lugar de sus sueños. Ha conseguido llevar a cabo su idea en la “Granja del Sol” gracias a un concurso, en sus palabras, excepcionalmente motivador. Ganó el Rinker's Challenge 2016 con su proyecto y obtuvo una pequeña subvención, y el pasado 11 de junio dio la bienvenida a sus primeros visitantes, niños que iban de excursión a Kardzhali.
A los niños les gustan mucho los animales: conejos, gallinas, burros, caballos... Y nosotros les ofrecemos paseos en burro y en carro, cuenta Mihaela Kircheva sobre las emociones infantiles. "En el pueblo tenemos colmenas y les enseñamos cómo se produce la miel y cómo se apaciguan las abejas para que no piquen. Además del contacto con los animales, a los niños también les gustan los juegos sin juguetes. Dibujamos sobre baldosas, modelamos figuras con barro y paja, organizamos concursos con materiales del bosque, y hacemos dibujos con hojas, piedras y paja. Es decir, vemos con ojos creativos lo que nos rodea, y lo convertimos en un juego.
Cuando cruzan el umbral de la "Granja del Sol", los niños entran en un mundo olvidado. Cubos para batir la mantequilla, desgranadores de maíz, bobinas de hilo, lámparas de queroseno, hoces, cerámica, alfombras... Por todas partes les rodean objetos de antiguas tradiciones búlgaras. Y pronto habrá también un campamento en el que la anfitriona de la granja les enseñará cómo se tejían antiguamente las alfombras de colores.
El ambiente del pueblo es informal: imagina que vas de vacaciones a casa de tu abuela, dice Mihaela Kircheva, evocando agradables recuerdos. Aquí no hay coches, la calle principal está algo más arriba, hay césped, piedras, árboles, animales, y todo esto predispone a un entorno natural en el que los niños en seguida se sumergen. En el último campamento tuvimos dos niñas que iban todo el tiempo descalzas y no las reprendíamos. Los niños se relajan y se sienten cómodos con nosotros.
Mihaela Kircheva ha viajado por Bulgaria y por muchos otros países, ya que pasó 15 años trabajando en una empresa de turismo. Pero en la era de la tecnología, cuando un click de ratón despliega ante uno el mundo entero y le da infinitas posibilidades laborales, ella ha elegido sabiamente.
Elegí vivir en el pueblo porque me gusta la tranquilidad y poder crear un entorno donde yo misma produzco mi comida: sé lo que pongo en el pan y en la leche, lo que sirvo por la mañana a los niños. Y esto me garantiza que les ofrezco una vida de calidad, y algún día ellos elegirán dónde vivir, cuenta.
El 12 de agosto la “Granja del Sol” hará un día de puertas abiertas para mostrar a los visitantes, amigos y a los habitantes del pueblo su pequeño mundo.
Espero motivar a otras personas a unirse a esta iniciativa, porque apoyar la granja significa apoyar al pueblo: nuestros visitantes compran en la tienda y adquieren productos de otros granjeros, declara la anfitriona. Y promete también un tour ornitológico cerca del pueblo con concierto de pájaros del bosque.
Versión en español por Marta Ros
Fotos: Archivo personal
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