Para los estudiantes búlgaros el año escolar comienza el 15 de septiembre. La fecha no ha sido elegida por casualidad. Detrás de esta decisión hay una razón muy práctica. Hasta los años 20 del siglo pasado los alumnos volvían a la escuela el 1º de septiembre pero en 1919 llegó al poder la Unión Nacional Agraria Búlgara. El partido, fundado como organización profesional del campesinado, adecuaba su política a la vida y las necesidades de los campesinos. En aquellos tiempos las familias búlgaras tenían varios hijos que en otoño ayudaban en la recolección de la cosecha, por eso el Gobierno de la Unión Nacional Agraria Búlgara aplazó el inicio del año escolar con dos semanas.
Hoy en día, casi un siglo después de este cambio, el estilo de vida de los búlgaros es totalmente diferente. Sin embargo, los estudiantes se reúnen en la escuela después de las vacaciones de verano a mediados de septiembre. Este año, por caer el 15 de septiembre en sábado, la reunión del alumnado y el profesorado en las aulas es el día 17.
El papel del maestro sigue siendo indispensable incluso en la actualidad cuando la tecnología digital ayuda en la educación. El maestro sirve de ejemplo, en él confían tanto los niños como sus padres. Miná Ilíev es uno de los maestros innovadores en Sofía. Tiene casi 30 años de experiencia docente en varias escuelas estatales y privadas. Es de la especie de maestros que está en extinción: que perciben a su profesión como una misión y vocación.
Para mí personalmente, lo más importante es amar a la gente, apreciar el trabajo al que nos dedicamos, comprender los problemas de los niños y, luego, pero no en último lugar, están los conocimientos que hay que enseñar en la escuela. De tantos deberes administrativos que tenemos los maestros, apenas nos queda tiempo para prestar atención a los problemas de los niños. No estoy de acuerdo que me digan, cuando entren a inspeccionar mi clase, que lo primero que tengo que hacer es pasar lista y anotar las ausencias en el diario, y apenas luego dedicarme a los problemas de los niños. Creo que los ellos son más importantes, y chequear y anotar las ausencias se puede por vía administrativa. Tengo observaciones que en otros países europeos los niños se desarrollan con más tranquilidad y logran mejores resultados. En nuestro sistema de enseñanza hay que cambiar muchas cosas. Los niños a menudo regresan a casa preocupados porque no han logrado aprender el material en la escuela, y tienen que seguir escribiendo en casa. Los padres también llegan cansados del trabajo y no tienen ganas de ocuparse de manuales y cuadernos. Empiezan las discusiones, todos están nerviosos, la situación se pone tensa. ¿Acaso es necesario que sea así? Los niños son mi mayor esperanza. No hay nada mejor que unos niños tranquilos, sonrientes e inteligentes. Ellos me dan fe para el futuro.
A lo largo de los años Miná Ilíev ha visto cómo un gran número de profesores excelentes ha abandonado el sistema educativo a causa de la falta de reformas y los bajos salarios.
Los perdedores en este caso son los niños, pero, en general, pierde también el Estado, porque las deficiencias en la educación y la enseñanza son como una bomba de acción retardada. Últimamente, empiezo a recuperar la fe de que, con todo, sigue habiendo cosas positivas que podrían cambiar el trabajo en las escuelas. Mi armario en la escuela nunca está cerrado con llave; allí tengo todos los libros de texto, cualquiera que necesite puede consultarlos. Todo el mundo habla de lo mucho que se piensa y se hace por los niños pero en la práctica no es así. Ni siquiera se ha encontrado solución al problema de las mochilas pesadas. Yo, personalmente, he prohibido que los manuales y los cuadernos se lleven a casa todos los días. Los niños se los llevan sólo los viernes para que los padres los puedan ver. El resto del tiempo, fuera de la escuela los niños tienen que descansar. Si disponen de la ayuda de la directiva escolar, los maestros podrían ser grandes innovadores y ofrecer mucho a sus alumnos durante el año lectivo.
Versión en español por Daniela Radíchkova
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