Los artífices aficionados guardan un gran acervo que reúne toda la sabiduría, el optimismo y la fe del pueblo búlgaro. Dedicándose a recopilar y grabar canciones folklóricas antiguas, a restaurar ritos y tradiciones, los activistas de las casas de cultura rescatan del olvido los mensajes legados por nuestros antepasados.
En el umbral de la primavera, los búlgaros enviamos votos de salud y larga vida, de felicidad y alegría. Un símbolo del renacer de la naturaleza después del invierno, así como de la alegría que nos colma al sentir las caricias del sol primaveral es la mártenitsa, un adorno de hilos blancos y rojos, que debe su nombre a la Abuela Marta −así se suele llamar por tradición en Bulgaria el mes de marzo, en búlgaro mart− . No por casualidad el día de la mártenitsa, 1 de marzo, se ha convertido en fiesta de las organizaciones de aficionados al arte. Lo celebran sin pompa, pero siempre bajo el techo de su segundo hogar: la casa de cultura.
En la casa de cultura del pueblo de Dolni Bogrov, en el oeste de Bulgaria, los preparativos para recibir el 1de marzo empiezan varias semanas antes; se trata de uno de los días más emotivos y memorables del calendario de esta pequeña localidad. Los días que preceden la fiesta, las mujeres se reúnen para confeccionar mártenitsas para los niños del pueblo, las que se convierten para éstos en la personificación misma de la Abuela Marta, la verdadera.
La auténtica Abuela Marta luce un vestido rojo con blusa blanca y un delantal tejido, de colores abigarrados, en la cabeza, un pañuelo rojo, y en la mano lleva una rueca y una cesta repleta de mártenitsas –dice Lilana Tásheva, una de las amateurs de la casa de cultura de Dolni Bogrov– . Nos gusta esta tradición, la celebración de la Abuela Marta el 1 de marzo de cada año. Nos juntamos en la casa de cultura, donde elaboramos mártenitsas para todos. En el círculo infantil, los niños tienen su propia fiesta, pero también nos esperan, entusiasmados, a nosotras. El año pasado, incluso coincidimos dos Abuelas Marta: una mayor, la otra, joven, pero los críos disfrutaron mucho de ambas. Hace un par de años, cuando el 1 de marzo hice de nuevo de Abuela Marta, una de las chiquillas que vive cerca de mi casa, volvió a verme después del festejo, pero ya sin el disfraz de la abuela de las mártenitsas. Yo me había subido al techo de nuestra casa porque estábamos haciendo una reparación. Sin embargo, la niña me reconoció y comenzó a insistirle a sus padres que la Abuela Marta estaba ahí, encaramada en el tejado. Es un recuerdo muy lindo, y ahora cuando nos cruzamos en la calle, me agrada que me saluda diciendo “Hola, abuela Marta”.
Versión en español por Daniela Radíchkova
Fotos: Cortesía de la casa de cultura del pueblo de Dolni Bogrov
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