Cerrados detrás de cordones policiales miles de personas pasan duros trances en los barrios gitanos. “El hambre es un huésped cada vez más frecuente en muchas familias en situación desastrosa pero no se puede encontrar una solución adecuada a sus problemas”, afirma el profesor Ivaylo Turnev, director de la clínica en el Hospital Alexandrovska, presidente de la Fundación Problemas Sanitarios de las Minorías y miembro de la Junta Directiva de la Red Nacional de Mediadores Sanitarios.
Habiendo perdido el trabajo y el humilde apoyo de familiares que regresaron desde el extranjero a causa del coronavirus, muchos romaníes cuentan sobre todo con los paquetes de comida que algún benefactor privado de vez en cuando envía a su barrio.
Ellos, sin embargo, tienen protectores, compadres suyos que de día y de noche recorren sus casas para decirles que deben limpiar, les aconsejan que se queden en casa y que inscriban sus nombres en las listas de los necesitados, reparten ayudas, desinfectan los lugares públicos y les animan. Más de 200 mediadores sanitarios en 115 municipios se han dedicado a esta actividad misericordiosa a cambio de un humilde sueldo que les asignan las autoridades locales.
Los mediadores sanitarios están primera línea, dice el profesor Ivaylo Turnev. Cada día se reúnen con todas las personas de la comunidad y realizan una actividad que entraña grandes riesgos y es apostólica. Imagínense cómo se trabaja en un medio de personas fuertemente marginalizadas y desesperadas que han perdido lo poco que tenían y uno va y les dice: “Lávense las manos y respeten los requisitos higiénicos”. Ellos ni siquiera tienen electricidad y agua.
Las calles vacías en los barrios gitanos y la disciplina de los que están en cuarentena se deben completamente a los mediadores sanitarios que llevaron a cabo la campaña informativa casi sin medios de protección, dice convencido el médico. Él ha incitado que los mediadores reciban remuneración igual que los médicos de la llamada primera línea, que los ayuntamientos respalden sus actividades y que el Estado suministre alimentos a las familias necesitadas, sobre todo en los lugares donde no hay mediadores sanitarios y el acceso allí es casi imposible. Desde principios del estado de alarma la mayoría de los barrios gitanos han sido confinados mediante puestos de control policiales.
Estoy muy preocupado por estas medidas especiales de informar y ayudar a los habitantes de los barrios gitanos, con policía, con medidas restrictivas desproporcionadas, con estigmatización de los romaníes, vinculando la epidemia con una determinada etnia, comenta el profesor Ivaylo Turnev.
En muchos lugares estas medidas fueron impuestas a pesar de que las calles en los barrios gitanos se vaciaron más rápidamente que las calles céntricas de Sofía. El alcalde de Varshetz prohibió que más de un miembro de una familia abandone las fronteras del barrio Iztok, en Kazanlak fueron cerradas todas las salidas del barrio gitano cercado con un muro de hormigón y en Glavinitsa y otros municipios los mediadores sanitarios fueron obligados a recolectar firmas de sus habitantes como una prueba de que están informados de la epidemia, una acción que se aplica solamente respecto a los romaníes.
A juicio del médico, que desde 1993 recorre los barrios y vecindarios gitanos y ha visto “mucho dolor, mucha miseria, mucha penuria”, algunos de esos lugares no han cambado mucho:
La última vista que no puedo olvidar son las fotos de unos niños de Nikolaevo que viven en una miseria estremecedora, dice el profesor Ivaylo Turnev. La comunidad gitana en la ciudad en estos momentos está en situación desastrosa y el ayuntamiento debe esforzarse más para ayudar a las familias. Nadie va a creer que las fotos de estas familias extremadamente pobres y marginalizadas fueron hechas en un país europeo. Fotografías similares pueden tomarse solo en África, lo digo con toda la responsabilidad que requieren estas palabras.
Un día, cuando la epidemia se vaya, el profesor espera que seamos unas personas más humanas. De sí dice que es recolector de bondad, de aquellas historias conmovedoras que desea contar. Como la del mediador sanitario de la ciudad de Tran que a las altas horas de la noche se sienta ante la máquina de coser en su casa para elaborar mascarillas para sus compadres de los barrios gitanos.
Versión en español de Hristina Taseva
Fotos: archivo personal
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