El estado de emergencia nacional decretado en Bulgaria por la pandemia de Covid−19 se prolonga ya más de un mes. En el período de su vigencia, los ciudadanos de este país han sido invadidos por un extraño cóctel de sentimientos. Todo arrancó por el tono burlón y el de desprecio, sucedidos por la comprensión y el consenso con respecto a las medidas restrictivas, decretadas por el Ejecutivo. Según sondeos demoscópicos, están de acuerdo con éstas más del 70% de los búlgaros. Al mismo tiempo, fueron aflorando indicios de preocupación por la democracia en Bulgaria.
El sociólogo Parván Simeonov, entrevistado por Radio Nacional de Bulgaria, señala que las preocupaciones en el país actualmente siguen la secuencia ”el contagio, el empleo, la democracia”. Un sondeo de la Gallup International señala que según un 22% de los búlgaros, la democracia no está eficiente en época de crisis. No obstante, el sociólogo sigue siendo optimista y declara que el mismo porcentaje de personas, probablemente bajo otras circunstancias también se habrían opuesto a los mecanismos democráticos. Opina que la conclusión positiva que se desprende del sondeo es que el 76% de los encuestados no considera que la democracia sea ineficiente.
El politólogo Antoniy Tódorov expresa sus preocupaciones por la calidad y seguridad del proceso democrático búlgaro durante el período de emergencia nacional. Entrevistado por el diario Dnevnik declara que “los gobernantes se encuentran en un estado estupendamente confortable” y aclara:
De hecho, nada en estos momentos está en condiciones de oponérseles, independientemente de lo que los gobernantes decidan o hagan. El estado de alarma ha sido decretado por un plazo de un mes y, al expirar éste, con rapidez y sin una discusión especial, se ha prorrogado en otro más. El problema es que tal prolongación se haya hecho de modo casi automático. En la mayoría de los países europeos, en los que se ha implantado el estado de alarma, su prolongación se hacía en 14 días, o sea que los gobernantes daban así pruebas de que no recurrían a la ligera a la implantación del estado de emergencia.
Es cierto que la pandemia de Covid−19 ha generado una situación que ningún país estaba listo para afrontar. Según Antoniy Tódorov, esta situación ha creado un terreno propicio para la falta de orden, contrariamente a las sugerencias de los gobernantes de que estén implantando y garantizando un orden riguroso. Las decisiones adoptadas con respecto a la situación crítica el politólogo las considera como “caóticas, tomadas apresuradamente y a menudo cambiadas”, lo cual es indicio de “presencia de poder público debilitado, capaz de ser represivo pero ser al mismo tiempo sumamente débil a la hora de organizar a la sociedad para afrontar y superar determinado peligro existente. La pandemia ha creado la situación del “río revuelto” en el que muchos se empeñan en resolver otros problemas desvinculados de la protección contra la amenaza, concluye Tódorov.
Pétar Slavov, jurista y ex diputado, vislumbra un problema grave asimismo en el uso del término ”hasta nueva orden” en disposiciones y ordenanzas relacionadas con las medidas restrictivas. Califica este término de “turbador” para un país miembro de la Unión Europea y trae a colación, como ejemplo, la orden del ministro de Sanidad sobre el cierre de la capital búlgara del pasado 17 de abril.
Es indiscutible que toda opinión tiene su puesto en la narrativa pública, máxime cuando se trate de medidas y circunstancias inéditas para la historia más reciente de Bulgaria, como son: meter bajo cuarentena a barrios y localidades completas, restringir el movimiento de una región a otra, habilitar puestos de control de la circulación, proceder a inspecciones policiales masivas, clausurar establecimientos gastronómicos y lugares de entretenimiento. Sin embargo, es igual de indiscutible el hecho de que sobre el telón de fondo europeo general de proliferación del contagio Bulgaria sale extraordinariamente bien parada, y esto se debe, en gran medida, también a las medidas restrictivas decretadas en el país. En este sentido, tal vez tenga razón este 22% de los búlgaros que, al contestar preguntas de las agencias sociológicas, manifiestan que la democracia no está eficiente en una época de crisis. En fin, es el tiempo al que corresponderá demostrarlo.
Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: BGNES, archivo BNR
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