Afrontando la incertidumbre de qué rumbo tomar en la vida, los humanos hacemos un recuento y juramos que vamos a cambiar en cuanto la pandemia acabe un día. Algunos, sin embargo, llevan ya mucho tiempo conviviendo con el Bien al que conscientemente han ido buscando y, en otras ocasiones, aprovechan la casualidad con el fin de hacer al prójimo más feliz. Es una persona así Vasil Nikolov, el hombre que últimamente no deja de darles un poco de alegría a los niños pobres.
Hasta hace unas semanas, este hombre captaba con su cámara fotográfica los rostros felices de recién casados, y hoy, falto de empleo, repara silencioso viejos ordenadores portátiles en el angosto vestíbulo de su apartamento. Luego los dona a niños que no han tenido la suerte de conseguir un dispositivo electrónico personal para estudiar desde sus hogares.
La idea me vino a la mente cuando nuestra hija necesitó un ordenador para su educación a distancia −cuenta el fotógrafo− . Le compré uno de segunda mano; no era de los mejores pero, con todo, le podría servir. Mi hija se puso de lo más contenta y feliz, y en aquel momento me di cuenta de que no todos los padres podían separar dinero para la compra de tal equipo.
Vasil Nikolov se dirigió a familiares y conocidos pidiéndoles le cedieran sus viejos ordenadores portátiles que él podía reparar y donar. Abracé esta causa más bien como personal y apostaba por mis amigos, ya que ellos sabían cómo iba a actuar yo, puesto que nadie está dispuesto a dar un equipo como éste a una persona desconocida, agrega Vasil. Sin embargo, su idea cobró gran difusión y muchas personas le fueron escribiendo mensajes en Facebook. Una de ellas hasta compró ocho ordenadores y se los envió para que los repartiera entre los niños adecuados, otras pagaron por adelantado varios meses de conexión a Internet.
El primer ordenador portátil fue para Bozhidar, de segundo de Primaria, de la aldea de Siva Reka, en la región de Svilengrad, quien malvivía solo con su madre gracias a su sueldo de 120 euros. Son igual de tristes las historias del resto de los niños, algunos de ellos gravemente enfermos y casi todos residentes en localidades pequeñas y pobres.
Envío ordenadores a todo el país, literalmente −dice Vasil Nikolov− . Sin embargo, en medio de esta situación de emergencia nacional, no puedo ir personalmente a donarlos y por esto recurro a agencias de mensajería. Luego los niños me mandan fotos en las que están con sus ordenadores, y estas fotos yo las reenvío a los donadores para que conozcan a quién habían ayudado; es que cuando ves una sonrisa te sientes muy satisfecho. Los niños me comentan lo agradecidos que me están, me dan las gracias y esto es para mí el mayor de los premios.
El propio benefactor está afrontando duros tiempos. Como fotógrafos autónomos, su esposa y él no tienen empleo desde el comienzo del estado de emergencia. Procuran mantenerse ahora con el dinero que tienen ahorrado. Para Vasil, obrar el bien es muy natural, quizás por cargarse de emociones positivas en las bodas y eventos corporativos de los que lleva años tirando fotos. En 2019, por ejemplo, hizo una sesión de fotos benéfica del baile de graduación de los pupilos de un orfanato.
Muchas personas irán sacando sus conclusiones en medio de esta situación sobre el trabajo que están haciendo, pero no las harán sobre la vida en su conjunto −comenta Vasil reflexionando sobre la época que nos ha tocado vivir− . A mi juicio, el Covid−19 nos alterará a todos y cuando se vaya, concebiremos el mundo de manera distinta: tal vez nos volvamos más concienzudos, más humildes y pensemos más en las demás personas. De modo que el coronavirus tendrá, seguramente, un impacto positivo también.
Este fotógrafo, que hasta ahora ha donado más de treinta ordenadores, también ha lanzado una exhortación, que es que miremos en nuestro alrededor para encontrar grupos en Internet dedicados a semejantes causas. La gente, seguro, se sentirá feliz de poder echar una mano, remacha convencido Vasil Nikolov.
Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: Vasil Nikolov
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