Ellos admiten con dificultad influencias externas, viven con sus tradiciones y preservan celosamente su identidad. Los alevíes están envueltos en misterio y, a veces, no son comprendidos por los demás. Están dispersos en diferentes partes de Bulgaria, principalmente en la porción oriental del macizo Ródope y en el noreste noreste de Bulgaria, y su número no supera las 55.000 personas. Comunidades alevíes también habitan la región de Ludogorie, que extiende sus tierras fértiles en la llanura del Danubio, donde este grupo etnorreligioso durante siglos lleva conviviendo en paz y entendimiento con la población búlgara.
La Dra. Nadié Karaguiózova es originaria de la aldea de Bísertsi, en el municipio de Kubrat, y se crió en medio de esta comunidad. Afirma que a pesar de la estrecha relación que tiene con la gente local, ellos rara vez levantan el telón a su mundo cerrado.
“Esta etnia sigue siendo un gran misterio hasta el día de hoy−cuenta la Dra. Karaguiózova, experta en estudios regionales− . Se les llama alevíes, porque este nombre se asocia con el santo Alí, venerado por ellos. Los alevíes búlgaros son una rama del chiísmo, una corriente importante del Islam, que surgió en el siglo VII como oposición al sunnismo. Se sabe por la historia que una parte de sus ancestros partieron del territorio del actual Irán y se asentaron en la región de Ludogorie y el Ródope Oriental, que estaban dentro de los confines del Imperio Otomano”.
Dicen que los alevíes son los místicos del Islam. Ellos creen en la comunicación personal con Dios mediante un estado cercano al trance. Las mujeres no llevan burkas y participan en los ritos en pie de igualdad con los hombres. Además, esta pequeña comunidad musulmana no frecuenta las mezquitas y madrasas. Los alevíes veneran con velas, vino y sacrificios a sus santos en los complejos rituales musulmanes esparcidas por Bulgaria.
“También llama la atención el que en la comunidad de los alevíes el hombre y la mujer sean iguales −agrega Nadié Karaguiózova−. Además, los valores humanos, como la igualdad y la libertad, están profundamente arraigados en sus creencias. Esto se hace patente en sus danzas rituales. En mi aldea natal Bísertsi, durante su historia de casi 600 años, conviven cristianos y musulmanes, y la comunidad más grande es la de los alevíes. Créanme, no recuerdo ningún conflicto étnico o momentos de tensión en el pueblo”.
Las tradiciones de los alevíes de la región de Ludogorie están impregnadas de colorido, pero también de un simbolismo profundo, a menudo incomprensible para el resto del mundo. La Dra. Karaguiózova lleva años investigando dos de las mayores fiestas de los alevíes, que forman parte de la Lista de Tesoros Humanos Vivos de la UNESCO.
“Comencemos por la fiesta Hidirellez que coincide con la fiesta ortodoxa del Día de san Jorge (6 de mayo). Durante esta fiesta se interpreta una danza de guerra con diversas expresiones faciales. El grupo, que está “armado” con palos de sauce adornados con abalorios y pelos de caballo, recorre la aldea tres veces, golpeando a todo con quien se cruce dirigiéndole votos de salud. Participan en este rito solo jóvenes vestidas de guerreros o de pesados trajes de algodón. La otra fiesta celebra el Año Nuevo del calendario persa y tiene lugar el 21 de marzo. Es conocida como Noruz. Durante esta fiesta se realiza una danza ritual, la llamada “semah”, con movimientos hermosos, suaves y místicos. Mediante este rito se saluda al sol y se celebra el nuevo comienzo, el despertar de la Madre Tierra, y el énfasis está en la conexión del hombre con la naturaleza”.
Versión en español de Hristina Táseva
Fotos: Dra. Nadié Karaguiózova
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