Sami Dogmush tiene 28 años y trabaja en la esfera de la empresa digital y social. Impulsado por la nostalgia por su infancia y la alegría que le proporcionaban los juegos del tiempo pasado, este muchacho de Sofía, junto con varios compañeros con ideas afines, decidió hacer que esas formas de entretenerse vuelvan para los niños de ahora −entre otras cosas para apartarlos por un rato del entorno en línea.
Le ponen a su iniciativa el nombre de “Los juegos de los 90” porque “parece que fue entonces cuando se jugó a esos juegos por última vez. Desde inicios del nuevo siglo fueron sustituidos por juegos de mesa, ordenadores y teléfonos inteligentes”, dice Sami Dogmush.
La idea se le ocurrió hace cuatro años, cuando decidió “romper el molde informático de su vida y echarle una pizca de juego y nostalgia”.
Así llegó a la idea de organizar un festival infantil, donde niños y padres pudieran aprender los juegos de los años 90 del siglo pasado.
“Se jugaban entonces de la mañana a la noche. Hasta el almuerzo (una rebanada de pan con *lútenitsa casera) ocurría entre juegos”, comenta Sami, recordando su juego favorito, el de “policías y ladrones”.
La infancia de los niños de los 90 tiene mucho parecido, independientemente de la zona del país donde hayan vivido. Los juegos también. Pero llega un momento cuando cada niño deja las muñecas y los cochecitos.
“Yo personalmente fui a la escuela con cinco años. A los 15 o 16 ya estaba en el instituto y tenía otros intereses. Más o menos sobre los 13 fui reduciendo los juegos y empecé a orientarme profesionalmente, con la idea de cómo seguir, dónde estudiar, qué trabajar. Así que para mí la infancia se acabó con esa edad”.
Sami reconoce que aún vive en el barrio de su infancia, pero ahora no ve a niños jugando al pilla pilla o al escondite. Ni siquiera se escuchan voces infantiles entre los edificios de vivienda. En cambio, en casi todas partes hay “grupitos de niños ensimismados en sus teléfonos”. Agotados al final de la jornada de trabajo, los padres, en vez de jugar un poco con ellos, los dejan con el teléfono o la tableta y esta “vida virtual” se convierte en una espiral infinita.
Uno de los objetivos que pretenden “Los juegos de los 90” es crear un espacio más allá del dinámico día a día, donde pueda nacer la comunicación “en vivo” entre los niños y, ¿por qué no?, entre ellos y sus padres.
La primera presentación de esta iniciativa fue este verano en la ciudad de Vídin, a orillas del río Danubio, como parte del festival de la ciudad. Los niños quedaron encantados. “Se les veía muy curiosos cuando les enseñamos a jugar a las damas, a la “zanahoria borracha”, al "balón prisionero", al bádminton, a “tira cuerda”, cuenta Sami.
En opinión del joven empresario, los juegos “en vivo” les enseñan a los niños a ser comprensivos y compasivos, a trabajar en equipo, les hacen sentir emociones y compartir valores que difícilmente podrían transmitirse por medio de los juegos en los móviles. El contacto directo ayuda a los niños a relacionarse con los demás, a entablar amistades.
Sami Dogmush quiere que “Los Juegos de los 90” le den la vuelta a toda Bulgaria por medio de iniciativas conjuntas con escuelas y casas de cultura en ciudades y pueblos para poder llegar a más niños.
Además de desafiar a los adolescentes, Sami recuerda a todos: “¡No perdáis al niño que lleváis dentro! Mantenedlo vivo. Prestad más atención a vuestros hijos, divertíos juntos y ¡simplemente jugad!”.
* Lútenitsa − pasta típica búlgara a base de tomate, pimiento y berenjena
Versión en español de María Páchkova
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