Es marzo y con el renacer de la naturaleza también los humanos como si estuviéramos despertando a lo bello e intentamos entretejerlo en cada aspecto de nuestra vida cotidiana.
Antaño, la mujer búlgara utilizaba el período invernal para crear belleza bordando camisas, manteles o tejiendo finos encajes. Los hilos que se solían usar eran de algodón o seda; cuanto más fino era el hilo, más fino resultaba el encaje. Exquisitamente elaborados, embellecían las mangas, los escotes y los pañuelos de la mujer búlgara.
En los tiempos modernos de hoy, el encaje también se usa en la vida cotidiana. Con encajes además de la ropa se decoran servilletas, ropa de cama y bufandas, cubrecamas y manteles para la mesa, diversos accesorios y joyas, hasta cuadros.
En Bulgaria hay dos tipos de encaje, el de Kalófer y el encaje cosido del tipo encaje palestino o kené. Conocerá la diferencia entre ellos en el artículo “El arte del encaje todavía guarda sus secretos”.
Durante la Guerra Ruso–Turca (1877–1878), libertadora para Bulgaria, la ciudad de Kalófer fue incendiada y dejada en ruinas, y la venta de encajes se convirtió en el principal medio de subsistencia de toda la población, por lo que comenzaron a llamar el encaje “la magia blanca”.
Nos referimos a las tradiciones en la elaboración del encaje tradicional de Kalófer, que surgió en Bulgaria a finales del siglo XIX, en el escrito “El encaje de Kalófer, un símbolo de la voluntad del pueblo búlgaro de sobrevivir en tiempos difíciles” de la colección de Radio Bulgaria.
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