Su bisabuelo había sido alcalde de la aldea de Tódorovo, en la provincia norteña de Pleven, y en la actualidad la descendiente cosmopolita de su estirpe ha abandonado una carrera de prestigio en la ONU para sembrar ella misma sus semillas en el terruño. Katrín Tsanev, hija de madre alemana y padre búlgaro, vive vidas paralelas, como le gusta decir, y a menudo vuela desde Ginebra, donde trabaja su esposo, con destino a su granja orgánica en la aldea búlgara, que ha abrazado como propia de ella por el clamor de la sangre. La joven granjera lleva cuatro años cultivando hortalizas, árboles frutales y escanda en parcelas de la aldea de Tódorovo.
”Mi proyecto en Bulgaria se inició cuando llegué por primera vez a este pueblo −dice Katrín Tsanev en entrevista con Radio Nacional− . En aquella época estaba cursando estudios universitarios y me dedicaba a estudiar los cambios socioeconómicos y ambientales en los países poscomunistas. Tódorovo era un ejemplo de cómo la agricultura después del comunismo y la industrialización se había quedado desvinculada de la gente y aparte de no producir grandes beneficios para la población local, llegaba incluso a perjudicar al medio ambiente. Fue entonces cuando gesté la idea de contribuir de alguna manera a cambiar aquello. Cuando comencé a trabajar en la ONU en los temas de la agricultura sostenible, me animé a abordarlo de manera que beneficiara a la gente y a la naturaleza. Así hice mis primeros huertos en Tódorovo, viéndome metida de lleno en el campo búlgaro”.
Cuando se embarcó en la idea de hacer realidad sus sueños de ser una granjera, Katrín Tsanev se dio cuenta de que necesitaba ayuda. Y la encontró en la persona de los gitanos de la aldea. Sin embargo, la mayoría de ellos eran analfabetos, así que contrató a un maestro particular que los alfabetizara. ”Nos hacían falta no sólo peones, sino también gente instruida para tramitar documentación y tratar con clientes. Les hemos dado esta formación”, señala Katrín. Ahora la gente que tiene contratada sabe leer y escribir, maneja Excel, mantiene contactos a través de las redes sociales y es “de mucho éxito en todo ello”.
De momento, Katrín Tsanev apuesta más por sus recursos propios con una sola excepción: ha desarrollado un pequeño proyecto de agricultura sostenible financiado por el Instituto Europeo de Innovación y Tecnología.
En su condición de emprendedora social, Katrín Tsanev no sólo tiende una mano a las personas pertenecientes a un grupo étnico vulnerable, sino que también fomenta una agricultura sostenible que no agota la tierra ni destruye la diversidad biológica, al contrario, regenera los recursos naturales.
”Hemos elaborado un puré especial a base de alcachofa de Jerusalén mezclada con batata y nueces molidas −cuenta Katrín− . Nos inspiramos para este proyecto, desarrollado junto con la Universidad de Tecnología de los Alimentos de la ciudad de Plovdiv, del trabajo con una quincena de jubilados búlgaros. Nos proponíamos crear productos alimenticios innovadores aptos para la dieta de gente de la tercera edad. Ellos mismos nos sugirieron varias ideas y en base a ellas nos pusimos a desarrollar el producto a partir de la alcachofa de Jerusalén, una planta resistente y útil que no es muy conocida, pero que es útil y fácil de cultivar sin agotar el suelo. Las batatas y las nueces también son muy beneficiosas, pero hay que ofrecerlas en una forma en que todas las personas mayores las puedan consumir. Fue así cómo vio la luz la idea del puré y con suerte lo comercializaremos este año”.
Poco a poco, Katrín Tsanev va extendiendo las áreas de su granja, creando sus propios huertos de manzanos, cerezos y hortalizas en la aldea de Débnevo, en la Cordillera de los Balcanes, en la zona de la ciudad de Troyán. Además ha acondicionando ahí un campamento ecológico, donde cualquiera es bienvenido para asomarse a la agricultura sostenible y a la tierra.
Adaptado por Diana Tsankova en base a una entrevista de Svetlana Dícheva
Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: archivo personal
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