Mientras que para el mundo católico Cristo ya ha resucitado, los cristianos ortodoxos están en plena Cuaresma de Pascua, que este año se prolonga hasta el 2 de mayo.
Renunciar a la comida y abstenerse de ciertos alimentos es parte de la historia y la religión de todas las naciones. Según los cánones ortodoxos, el ayuno se debe guardar cada miércoles y viernes, y los ayunos más largos, que duran siete semanas, son antes de Navidad y de Pascua de Resurrección.
Visto de una manera racional, la renuncia a los productos animales es una forma natural de limpiar nuestro cuerpo de la pesada cocina de invierno, abundante en carne, tocino y grasa, y también de preparar el organismo para el trabajo físico que se avecina con la primavera y el verano.
Según crónicas históricas, desde el período entre los siglos XV y XVIII los platos de los búlgaros se preparaban de una manera “sencilla y pura” con “productos de gran variedad y calidad”. En la mesa se colocaba lo que se producía.
Tenían una marcada presencia en la cocina y en los ritos búlgaros el trigo, el bulgur (un alimento elaborado a partir del trigo), las lentejas, los guisantes. Sin embargo, durante la Cuaresma la comida principal es a base de todo tipo de plantas verdes como la ortiga, la acedera, el ajo y las cebollas, cuidadosamente almacenadas durante el largo invierno, así como las leguminosas.
En el escrito titulado “La tradicional cocina búlgara de vigilia” de la colección de Radio Bulgaria puede conocer cuáles son los productos que ayudan a sobrellevar con mayor facilidad el período del ayuno, así como por qué los tradicionales pimientos rellenos y las sarmí o niños envueltos se hacían con bulgur y no con arroz.
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