Los habitantes de la ciudad de Bélene, en la ribera del Danubio, no suman más de 8.000. Predominan entre ellos los católicos practicantes que desde hace siglos conservan intactos su fe y sus valores. Esta es la mayor comunidad católica en el norte de Bulgaria.
Se considera que durante la época del dominio otomano muchos paulicianos se asentaron en las tierras donde hoy se encuentra la actual ciudad de Bélene. En el siglo XVII se sumaron a las filas de la iglesia católica gracias al misionero bosnio Petar Solinat. Tras la derrota del Levantamiento de Chíprovtsi, en 1688, gran parte de los católicos de la ciudad de Bélene huyeron de los otomanos a Valaquia, pero después una gran parte de ellos regresó a sus casas en Bélene. La comunidad sobrevivió la dura época del régimen comunista.
En 1949 el centro histórico de la ciudad fue destruido por una enorme ola proveniente del Danubio que aniquiló para siempre algunos de sus edificios más emblemáticos. Sin embargo, hoy en la ciudad aún se yergue la estatua del papa Juan Pablo II (1920−2005), lo cual no es casualidad.
“En los años 80 el Sumo Pontífice hizo un llamamiento de difundir la historia de los católicos búlgaros y de decir sin rodeos cómo fueron perseguidos y matados los sacerdotes católicos en Bulgaria”, cuenta Miroslav Mijáilov, personalidad de la vida pública y uno de los feligreses de la iglesia católica de la ciudad.
Eugenio Bosilkov, el primer santo católico en Bulgaria
Los vecinos de Bélene están agradecidos al papa Juan Pablo II por algo más. En 1998, en la basílica de San Pedro, en Roma, el papa proclamaba como santo, en pura lengua búlgara, al obispo Eugenio Bosilkov, natural de Bélene, una de las víctimas de las atrocidades comunistas en Bulgaria. En la iglesia de Bélene, la Natividad de la Virgen María, se encuentra dicho santuario, que atesora un trozo de las reliquias mortales del obispo y que es un lugar sagrado venerado por los católicos búlgaros.
El templo existe desde el siglo XV. Fue incendiado en cuatro ocasiones por los turcos y conserva el aspecto actual desde 1860, tal como cuenta Miroslav Mijáilov. Hasta que fue construida la catedral de San Alejandro Nevski en Sofía, en 1912, el templo de Bélene era el mayor en Bulgaria. Los capiteles de las columnas están elaborados de mármol traído de la lejana China.
En el templo hay colocada una estatua de la Virgen María, que fue encargada y elaborada en Italia. Frente a la estatua de la Madre de Dios está el busto del monseñor Eugenio Bosilkov.
¿Por qué el reloj del templo ha sido parado para siempre a las 11.30?
El 11 de noviembre de 1952 a las 11:30, después de un falso proceso, monseñor Eugenio Bosilkov fue fusilado en la cárcel de Sofía. Durante el régimen comunista fue prohibida la confesión católica.
Hoy entramos en el templo de la Natividad de la Virgen María en plena misa dominical, encabezada por el padre Paolo Cortese. La iglesia está llena de creyentes. Un joven toca la guitarra al lado del altar, el resto de los presentes cantan ensimismados y dirigen sus oraciones a Dios. En un pequeño nicho a la izquierda está la pila bautismal y frente a ésta, al otro extremo del templo, se encuentra la capilla consagrada al santo búlgaro.
“El destino de monseñor Bosilkov muestra que la vida comienza y termina, pero que todos nosotros estamos llamados a ser impecables. Las dos paredes laterales de la iglesia están cubiertas con imágenes de santos del siglo XX. Todos ellos vivieron y trabajaron en distintos lugares del mundo pero consagraron sus vidas a Jesucristo. ¿Por qué es así? Para que podamos darnos cuenta de que todos debemos ser impecables. Aspirar a ser una persona impecable no es algo heredado de los santos Pedro y Pablo, sino que es un objetivo que todo cristiano está llamado a perseguir en cualquier momento de su vida”, explica Miroslav Mijáilov.
Versión al español de Hristina Táseva
Fotos: Veneta Nikólova
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