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Las argucias de un pensionista búlgaro

Pétar Totsev, de Gábrovo, dispone de tres hornos solares y se propone confeccionar un panel solar con discos compactos

Petar Totsev
Foto: Velina Majlébashieva


¿Serán los habitantes de Gábrovo, notorios por su propensión a economizar, conocedores de una receta para sobrevivir en medio de los tiempos que corren, de alzas incesantes de los precios? Uno de ellos tiene, a ciencia cierta, logros concretos hechos en este sentido. Se llama Pétar Totsev y ha echado mano de la energía solar para cocinar y calentarse. Señala que últimamente su factura de la luz ha aumentado un 40% pero que paga por ella una suma de escasos 10 euros, inalcanzablemente pequeña para la mayoría de los búlgaros.

Este gabroviano ingenioso sabe cómo hacer algo de la nada. Se ha fabricado una estufa solar utilizando cajas de calzado, folio y vidrio y se ha gastado 1 euro en comprar pegamento. Se aminó a experimentar copiando los dispositivos populares e los países más pobre de África. Cogió dos cajas de zapatos, puso una de ellas dentro de la otra, utilizó poliestireno como material aislante, revistió las paredes interiores de la caja con folio de uso doméstico, y el fondo de la caja lo cubrió de papel negro. Para concentrar la luz solar sobre el “horno” empleó un cristal. La comida se prepara en un recipiente oscuro, metido dentro de una bolsa de plástico de las que se emplean para hacer asados. Actualmente Pétar Totsev cuenta con tres hornos solares y dice que los platos que en ellos elabora le salen más sabrosos que los que se hacen en hornos eléctricos. Aparte de estos hornos ha inventado dos radiadores solares, hechos con latas de aluminio para cerveza, que ha pintado con barniz negro:

“Coges las latas, les quitas los fondos y las vas poniendo una dentro de la otra −dice Pétar Totsev explicando la tecnología−. Para mantenerlas en filas por arriba y por debajo empleo un listoncito de madera con huecos recortados en los que encajas las latas. En el lado interior de esta estructura pongo algo de color negro, papel u otro material, para que atraiga los rayos del sol. Esto se pone entre las dos alas de la ventana. El aire, tras calentarse, se eleva, calienta el marco de la ventana y crea una valla térmica ante el aire frío de fuera. Se este modo en otoño y en invierno se te caliente el cuarto y lo puedes convertir en invernadero cultivando, tomates cherry, ajíes, hinojo, ajo”.
Este ingenioso búlgaro no deja de experimentar, utilizando materiales que a mano tiene y así ha fabricado también otros aparatos de utilidad.

"Ya estoy retirado, tengo todo mi tiempo libre y puedo aprender cosas nuevas −destaca con satisfacción Pétar Totsev, quien antes de jubilarse había sido director del Museo de Historia de la ciudad−.

“Mi afán de escapar del aburrimiento no sólo obedece a la necesidad de ver partidos de fútbol o filmes sobre viajes geográficos. Lo que me interesa es conocer lo que ha hecho la gente por el mundo. Lo que a mí me queda por hacer es copiarla no más”.

Para hacer más llevadero su día a día aprovecha el hecho de que su vivienda tiene ventanas que dan al sur, sus estufas solares, la caja para cocinar. Al mismo tiempo se ha propuesto perfeccionar otra cosa.

“Procuro que en torno mío no quede ningún tipo de desecho. A las botellas de plástico, las latas y demás envases les doy uso en una forma u otra. El Movimiento Házlo tú Mismo es muy popular en el mundo entero así que puedo conocer un montón de ejemplos”.

El experimento siguiente de este hombre consistirá en ensamblar un panel solar usando discos compactos. Pétar Totsev espera que esta ocurrencia acabe teniendo éxito y que la energía generada sirva para alimentar su bombilla eléctrica. Dice que la rentabilidad la tiene garantizada en 164 días del año, cifra que corresponde a las jornadas de sol que se registran en su región.

Pétar Totsev confiesa estar sintiendo palpablemente en su bolsillo el encarecimiento de los bienes de consumo y los servicios en Bulgaria y agrega que para lograr una mayor comodidad en su vida apuesta por unos ingresos extra que le reportan compromisos profesionales esporádicos.

“Me parece muy importante que uno no se deje llevar por la corriente y que así todo le salga mal, desacertado, arduo y, a la postre, acabe abandonado y olvidado. En fin, se trata de un proceso natural. Lo que me brinda alegría es que gracias a los medios de información, puedo darme paseos por el mundo entero”, dice este hombre de la tercera edad.

Por Velina Majlébashieva, corresponsal de Radio Nacional de Bulgaria en Gábrovo

Versión en español por Mijail Mijailov



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