Strandzha, la montaña búlgara menos explorada por los participantes en el turismo de masas, es un acervo de bellezas naturales y vestigios de la Antigüedad. Algunos de estos tesoros son fáciles de descubrir y accesibles, pero otros llevan milenios, sumidos en el silencio de la naturaleza, lejos de la curiosidad de los seres humanos y aguardando a los descubridores que ahora se internen en el monte. Así que, uno dotado de un localizador GPS y habiendo conseguido información previa en Internet, podrá sentirse como un auténtico Indiana Jones rastreando las huellas del desaparecido mundo de los tracios.
Y, como la zona se encuentra muy cerca del litoral meridional búlgaro del mar Negro, valdrá la pena que uno procure compaginar sus vacaciones a orillas del mar con la exploración de la montaña.
En vísperas de la temporada turística veraniega nos hemos entrevistado con Veska Tódorova, director del Centro de Información Turística Malko Tárnovo para informarnos del interés por las vacaciones en la montaña Strandzha:
“Este año, con mucha anticipación, probablemente por haber llegado el fin de la pandemia, la gente ha comenzado a buscar posibilidades para el descanso en el regazo de la naturaleza, en el bosque, procurando encontrar localidades de un ambiente sosegado y zonas como la nuestra. El interés ha crecido acentuadamente y esto nos mueve a creer que la temporada de verano será lo suficientemente buena”, destaca Veska Tódorova.
Las curiosidades más conocidas y asequibles se pueden visitar en una sola jornada, partiendo desde el litoral sur del mar. Una de estas curiosidades es la zona Míshkova Niva (El Sembradío del Ratón), que dista 3 kilómetros de la ciudad de Malko Tárnovo y a la cual se llega por un camino asfaltado. En esa zona, amén del santuario del dios Apolo, éntrelas crecida vegetación uno podrá descubrir también vestigios de una edificación fortificada y, en proximidad a ésta, una necrópolis. En lo alto, en la cima Gradishte existió antaño una fortaleza con atalaya, que por medio de un antiguo acueducto estaba conectada con las edificaciones de abajo, en Míshkova Niva, señala Veska Tódorova.
Otro rincón de fácil acceso es el paraje Propada, en las afueras de Malko Tárnovo. Se trata de una auténtica antigua ciudad de los muertos, plagada de numerosas tumbas y necrópolis milenarias.
”No hay que omitir la visita a la reserva arquitectónica del pueblo de Brashlyán (Hiedra) con sus casas, únicas en su género, de los siglos XVII a XVIII, su iglesia antigua, su escuela monástica, su museo etnográfico, entre otras curiosidades”, dice Veska Tódorova.
Hay, sin embargo, parajes sigilosos y místicos, escondidos en el profundo regazo del monte. Se llega a ellos en un recorrido a pie, de unos 4 kilómetros de largo, que discurre por senderos angostos y umbríos. También se puede llegar a ellos en un vehículo todoterreno. Mientras uno va deambulando por entre robledales, hayales y pinares no deberá pasar por alto una visita de la capilla de la Santa Trinidad, en las inmediaciones del pueblo de Visitsa. La capilla se construyó en el siglo XVIII sobre una cueva que en la Alta Edad Medias fuera habitada por adeptos del Hesicasmo. Dentro del propio templo hay una escalera esculpida en la roca que conduce al visitante hacia abajo, en la penumbra, y llega a una pequeña cueva ornada con iconos.
Veska Tódorova sugiere a los viajeros internarse en el seno de la montaña, plagada de lugares de ofrendas votivas y manantiales:
“Por ejemplo, la cueva Santa Marina, en las inmediaciones del pueblo de Slivárovo, que es un lugar de gran magnetismo. Existe la creencia de que la fuerza de la santa se manifiesta con máximo vigor en la víspera de su festividad, que se celebra el 17 de julio. Matrimonios que no pueden concebir un hijo encuentran allá una cura. Se encuentran cerca de esa cueva Indipascua, lugar rupestre para ofrendas votivas de los tracios antiguos. Allá, en los bajos de una roca brota agua de la que se asegura que es curativa para los ojos. El lugar suele ser visitado a la semana de haberse celebrado la Pascua de Resurrección y esto se ha reflejado en el nombre que tiene, Indipascua.”
Por Veneta Nikólova
Versión en español por Mijail Mijailov
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