El caricaturista francés mundialmente conocido Plantu ha llegado a Bulgaria para inaugurar su muestra en Sofía en compañía de sus colegas búlgaros Hristo Komitski y Teodor Ushev. Los paneles con sus cuadros, que son una reflexión provocativa sobre la política, la ecología y la sociedad en general, atraen a los transeúntes en la plaza céntrica de Slaveykov. “Es muy atrevido por su parte exhibirlas en la calle”, ha señalado Plantu.
Con su rotulador y tableta el caricaturista muestra cómo crea sus cuadros: con un valiente gesto aparece la paloma de la paz que lleva en su pico un lápiz, o un signo de interrogación, o adquiere la forma del mapa de Ucrania, o aparece la rata con la cual el pintor suele firmar sus cuadros. Los colores tienen su simbología, en este caso compaginan las banderas de Francia y Bulgaria. Los cuadros, en sus palabras, son un tipo de frases, sintaxis gráfico o una traducción: “Leemos el periódico y los artículos se convierten en cuadros. En vez de traducir con palabras traduzco con imágenes”, ha explicado.
Plantu dice que la caricatura es el espacio de la libertad. ¿Es absoluta? A juicio del caricaturista búlgaro Jristo Komarnitski, pensar cómo el público aceptaría “la caricatura es un tipo de autocensura y a veces es lo que prima en el autor”.
“Los mejores ejemplos de caricatura son las que irritan a un mayor número de personas, señala otro pintor de fama mundial, Teodor Ushev. La caricatura ha nacido junto con la democracia. Aristóteles describe al primer caricaturista Pauson como la persona que pintó una cosa más fea de lo más feo en el mundo. La democracia y la caricatura van de la mano, si una de ellas desaparece desaparecerá la otra”.
“La caricatura en Bulgaria ocupan un lugar muy especial, agrega el politólogo. Han tenido un lugar muy importante antes de los cambios políticos, durante el régimen totalitario. Uno de los grandes escándalos a principios de los años 70 era el compendio de epigramas populares Pimientos de Radoy Ralin y Boris Dimovski. Tal vez este era el primer momento en que los ánimos comenzaron a agitarse”.
Para Plantu, el caricaturista es un barómetro de la libre expresión pero con las redes sociales el contexto cambia significativamente:
“A veces los dibujos no se entienden. Puedes dibujarlas en Sofía pero a 10 mil kilómetros de aquí es probable que no las entiendan. Es lo que sucedió con mis amigos de Charlie Hebdou. Una novedad es que a los caricaturistas nos acusan de haber pintado cosas que nunca hemos hecho”.
En su trabajo el caricaturista trabaja con estereotipos. Para homenajear al cliché francés baguette que hasta hace poco tiempo entró en la lista de la UNESCO del patrimonio inmaterial, Plantu pintó el símbolo de la organización sustituyendo las columnas con pequeñas baguettes.
¿Cuál es el lazo entre los demonios y la democracia?
“Contra Putin a quien he pintado como un dragón está nuestra pequeña Europa que a veces es demoníaca. La critican pero ella sabe a qué lado ponerse. Tal vez nuestras democracias son demonocracias.
El demonio personal de Plantu es la hoja en blanco, pero cita la experiencia del caricaturista belga Phillipe Geluck, quien pinta en hojas azules y ya no tiene miedo de las blancas.
Versión al español de Hristina Taseva
Fotos: BGNES, María Stoeva
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