El sábado, ocho días antes de la gran fiesta cristiana Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, la iglesia conmemora el día en que el Redentor salvó a Lázaro de Betania. El Hijo de Dios con frecuencia visitaba su casa y cuando Lázaro enfermó gravemente sus hermanas Marta y María enviaron un mensaje al Salvador, con la esperanza de que ayudaría al enfermo. Jesucristo, que entonces se encontraba en las tierras al otro lado del río Jordán, llegó cuatro días después de la muerte de su amigo y vio a todos llorando amargamente su muerte. Sumidas en la tristeza, Marta y María acusaron a Jesucristo de no haber llegado a tiempo. “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá”, les respondió Jesucristo y ordenó que abrieran la tumba donde se encontraba el cuerpo de Lázaro.
“En realidad estas palabras del Señor del Evangelio nos recuerdan que la fe en Jesucristo, en el Hijo de Dios, nos da esperanza de una vida eterna, la fe en Jesucristo nos salva de la muerte y nos convierte en copartícipes de la gloria de Dios, cuenta el padre Bozhidar Marinov, del templo capitalino Exaltación de la Santa Cruz. Cuando Jesucristo supo que Lázaro había muerto se demoró en llegar conscientemente para mostrar a sus alumnos, a los familiares, a los vecinos de la ciudad y a todos nosotros que vivimos milenios después, que el milagro que operaría nos convencerá en la resurrección de todos los muertos”.
Cuando Jesucristo se aproximó a la tumba de su amigo que había muerto lloraba, pero no por su pérdida, sino porque veía el sufrimiento que sentían los demás por la muerte de sus queridos familiares:
“Él vio el triunfo de la muerte en el mundo que no fue creada por Dios, señala el padre Bozhidar. La muerte reina y domina, envenenando la vida, convirtiéndola en una secuencia sin sentido de días y de momentos que se van al abismo. Dios nos mostró que tiene poder sobre la muerte y el propio Jesucristo lo demostró con la orden Lázaro, sal fuera. Es el milagro del amor que vence la muerte.
De este modo, gracias al milagro, ya es imposible no creer. Cada persona que cree en Dios y vive en conformidad de sus mandamientos vivirá y no morirá nunca”.
El sentido de la humildad y de la aceptación, a pesar de lo visible y lo racional, es dejarnos en las manos de Dios. Esto, en palabras del padre Bozhidar, significa “decir no solo en palabras, sino de todo el corazón, igual que Marta: “Sí, Dios, yo creo”.
“De aquí en adelante Dios no deja de mostrar cosas que parece que van más allá de la lógica humana, más allá de nuestra mente que no puede entender todos los milagros hechos por Él. Las personas de aquella época creían en la aparición de ángeles, en las curaciones de todo tipo de enfermedades que entonces no tenían remedio, incluso en la propia Resurrección porque en el Evangelio se señala que Dios resucitó a muchas personas. Con este motivo Dios dice: “Dios ha preparado para los que lo aman cosas que nadie ha visto ni oído, y ni siquiera pensado”. De este modo nos convence que lo imposible para las personas es posible para Dios”.
Versión al español de Hristina Taseva
Fotos: BGNES, BTA, vazdvijenie.bg
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