El calendario tradicional de los búlgaros dedica dos festividades a los apóstoles Pedro y Pablo. Son los días 29 y 30 de junio, no obstante que la Iglesia Ortodoxa los venera juntos. En la cultura folclórica, a cada uno de los apóstoles se le dedican diferentes ritos y simbología.
En la noción tradicional, San Pedro es uno de los tres hermanos valientes que se repartieron la tierra y el cielo cuando el comienzo del mundo. A San Pedro le correspondió guardar las llaves del Paraiso. Pero los cuentos tradicionales afirman que antaño San Pedro vivía en la tierra. Un día, al caminar entre las mieses, vio cuán duro era el trabajo de los campesinos y decidió ayudarles. Cogió una hoz y comenzó a segar junto con ellos.
Por San Pedro en nuestras latitudes es la temporada más intensa de la siega. Incluso en algunas zonas más calurosas, los agricultores terminan de recoger la cosecha antes de esta fecha. Por esto en San Pedro se organiza una opípara mesa para los segadores, en señal de agradecimiento por haber terminado pronto y hecho bien su trabajo.
Quienes no hayan terminado aun de segar sus mieses, trabajan en San Pedro sólo hasta el mediodía. Luego vuelven a casa y también se agasajan con exquisitos manjares.
Igual que en toda fiesta, para la de San Pedro se prepara un menú especial. El manjar central en la mesa es un pollo asado, que marca el final de las dos semanas de ayuno que preceden, o mejor dicho precedían antaño la festividad, lo mismo que el cordero asado en San Jorge, en mayo, o el cochinillo asado en Navidad.
Hay una canción folclórica que narra que estaban en San Pedro una recién casada y los nueve hermanos de su marido segando la mies en el campo. Al mediodía los nueve hermanos mandaron a la mujer a casa a preparar los manjares para la mesa festiva dedicada al santo, Camino del pueblo, la mujer encontró un peral de una especie que madura muy temprano en nuestra tierra y que se llama precisamente Peral de san Pedro. Paró la joven casada y llenó una canasta de estos frutos para su marido y sus nueve hermanos.
Otras canciones folclóricas hablan de Manzanos de San Pedro, que también tienen una presencia señalada en la mesa festiva. Antes de servir a la mesa las manzanas de San Pedro, las amas de casa las llevaban a la iglesia para que el cura las consagrara, como una especie de sacrificio al santo protector de la cosecha.
De estas manzanas y del pan ritual que amasaban para la fiesta repartían a todo quien encontraran en su camino. Y, reunidos ya en torno a la mesa festiva, los agricultores regaban prolijamente los manjares con vino tinto, considerado una bebida sagrada.
A diferencia de San Pedro, San Pablo no quería que en su honor se sirviesen opíparas mesas festivas con panes rituales. Según la creencia popular, el quería únicamente que le homenajearan en las oraciones. Su fiesta es el día después de san Pedro, o sea, como hemos dicho, el 30 de junio.
La noción tradicional vincula a san Pablo con el fuego: el fuego en la tierra, en las fogatas, y en el cielo, o sea el Sol. Por esta razón la tradición mandaba no encender fuego en san Pablo, para proteger las mieses de incendios.
Se considera que en estas festividades la fuerza solar y la temporada agrícola alcanzan su punto culminante. En los pronósticos meteorológicos tradicionales se dice que si por San Pedio hace mucho calor, por San Nicolás, hará mucho frío.
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