Si les gustan las regiones calientes, incluso en invierno, Hisarya les encantaría. La temperatura media durante los meses invernales es de 1 grado centígrado. Nada del otro mundo, diría alguno, pues hay zonas de temperaturas más altas… Pero Hisarya les fascinará con el milagro de su agua mineral. De las entrañas de la tierra brotan 22 fuentes termales, cada una de diferente composición y temperatura. Es un paraíso para los amantes de los sanatorios clásicos o de las terapias con agua modernas y de los procedimientos de SPA. La ciudad tentaría también a los aficionados a los deportes invernales quienes van a descubrir que la ubicación de Hisarya es ideal como punto de partida para ir a esquiar.
Vagando por las calles de Hisarya o caminando por los parques, uno se sumerge en un estado anímico inusual en nuestra época dinámica, le invade una sensación de paz y serenidad. Es una sensación maravillosa a solo 170 kilómetros de Sofía y apenas 40 kilómetros de la cabecera de provincia Plovdiv. La ciudad de Hisarya se extiende en el valle de Alta Tracia. Las zonas cercanas son planas, amplias y espaciosas. Si uno sueña con las montañas y la nieve, basta con alzar la vista y mirar a su alrededor. Al Norte está la cadena Sredna Gora, y detrás de ella están los Montes Balcanes. Al sur, se divisan en la lejanía los contornos del monte Ródope. Los picos lucen sus gorros de nieve.
La ciudad ofrece a cada uno lo suyo. Durante el día, los esquiadores pueden pasar el tiempo en las pistas y por la tarde, sumergirse en la ternura del agua mineral.
El agua está estrechamente vinculada con la historia de Hisarya. Hay decenas de leyendas sobre cada fuente. El tesoro natural mágico curaba tanto a los nobles, como a miles de personas llanas. La fama de las aguas milagrosas se extendía a grandes distancias. En su historia milenaria, la ciudad nunca entró en batalla. Atraía a gobernantes tracios, romanos, bizantinos, otomanos que iban por el mundo, libraban batallas, asediaban diferentes ciudades. Y junto con el ansia de nuevas conquistas, el tiempo les recordaba que cada uno de ellos era mortal y que el cuerpo necesitaba reposo y recuperación.
Uno de los nombres más antiguos de la ciudad, Toplitsa, está relacionado con una leyenda de maniobras militares y fuentes minerales. Se dice que los soldados sedientos llamaban: “Toplitsa, toplitsa” esperando recibir su ración del agua termal vivificante. En distintas épocas y bajo diferentes reinados, la ciudad se llamó Augusta, Dioclecianópolis, Sevtópolis, Alexiópolis. Las crónicas de la Antigüedad coinciden en que era una ciudad blanca deslumbrante. Cerca de las fuentes se solían construir santuarios religiosos y de sanación, ninfeos, instalaciones religiosas, sistemas fortificados.
Hoy en día, los turistas pueden apreciar las ruinas de la antigua ciudad y de la fortaleza, que era de 44 torres. En algunas partes, los muros miden hasta 13 metros de altura. A la ciudad se podía acceder por cuatro grandes puertas. En la parte central, al lado de la fuente llamada Lirio de los Valles, está la residencia, el edificio público más representativo de la Antigüedad. A pocos metros de allí están las termas de Diocleciano, cubiertas de mármol blanco.La ciudad deslumbrante, la ciudad de mármol con aguas mágicas, como la denominaban en las crónicas, todavía atrae a los turistas con sus sanatorios, piscinas de agua mineral y hoteles nuevos. Uno de ellos ganó el título de Hotel SPA de 2013, una distinción otorgada por la Asociación Profesional de los Hosteleros y Restauradores de Bulgaria. Desde 1957 la localidad es estación turística nacional. Las aguas curativas de las 22 fuentes ayudan para curar muchas dolencias: oculares, de la piel, ginecológicas, urológicas, del aparato motor. Una prueba contundente del efecto mágico de las aguas es la colección de cálculos renales. En la ciudad y sus alrededores los turistas pueden escoger entre varias rutas, ir al complejo religioso tracio de Starosel o al observatorio antiguo en Staro Zhelezare. La región ofrece muchas oportunidades para hacer turismo ciclista y senderismo en Sredna Gora, los Balcanes y el macizo Ródope.
Versión en español por Ekaterina Bóbeva
