El Manifiesto sobre la declaración de guerra al Imperio Otomano fue recibido por el pueblo ruso con un entusiasmo sin precedentes. Destacó por su actividad excepcional la intelectualidad rusa, en primer lugar, los médicos. Éstos organizaban hospitales militares y de sangre, formaban trenes y unidades sanitarios. Proclamada la Guerra Ruso–Turca de 1877 a 1878, en el Ejército ingresaron cerca de 1.600 galenos, más de 3.000 enfermeras y 780 camilleros sanitarios.
En la Guerra Ruso–Turca también se involucraron galenos búlgaros exalumnos de universidades rusas y rumanas. Algunos integraron los destacamentos de voluntarios búlgaros, así como el ejército ruso, otros organizaban hospitales en los territorios ya liberados. A cada uno de los primeros tres batallones de voluntarios búlgaros fue asignado un médico con grado de oficial. Estos tres médicos fueron Konstantín Bonev, Sava Mirkov y Konstantín Vesenkov quienes fueron condecorados por su valentía con órdenes de diversos grados del Imperio Ruso. Por su arrojo también fue distinguido con dos Órdenes militares de San Jorge el dr. Gueorgui Tsarigradski quien participó en la salvación de 800 soldados rusos que se habían helado durante la travesía invernal de la Cordillera de los Balkanes.
Las crónicas de guerra se refieren generalmente a las tácticas militares como un ejemplo de heroísmo y hazañas. Dejándose llevar por el fragor de las batallas campales, la gente suele olvidase del heroísmo silencioso de los soldados anónimos de batas blancas. Sin embargo, en el centro de Sofía, en medio de enormes castaños y rosales, se yergue un imponente obelisco conmemorativo, el Monumento a los Doctores, que da el nombre al parque en el que está empotrado. Fue construido en honor a los médicos que perdieron la vida en la Guerra Ruso–Turca. Representa en sí bloques de piedra natural en los que están tallados los nombres de 531 trabajadores sanitarios. Cada año, en la víspera del 3 de marzo, Fiesta Patria de Bulgaria, el monumento aparece sumergido bajo un manto de coronas y flores, y los habitantes y los visitantes de la capital se inclinan ante la memoria y la nobleza de los médicos muertos.
Versión en español por Daniela Radíchkova
Fotos: Archivo