Los hoteleros y los emprendedores de Chepelare ya pueden tranquilizarse y ponerse a trabajar. A términos de enero la tan esperada nieve por fin proporcionó las condiciones perfectas para los deportes de invierno y llenó los hoteles y restaurantes locales de esquiadores ansiosos por iniciar la temporada. Todo indica que, tras un largo enero sin nieve, esta villa turística búlgara, coronada por gloria olímpica, está a punto de recuperar sus posiciones perdidas.
Chepelare es un lugar predilecto de los amantes búlgaros de los esquís, lo cual no se debe sólo a los precios de ganga de los pases para los telesquís y de las pernoctaciones. A diferencia de la vecina estación de esquí, Pampórovo, esta localidad en los Montes Ródope no brilla por sus grandes cadenas hoteleras, clubes nocturnos lustrosos o complejos deportivos. Sin embargo, los búlgaros la asocian con los primeros pasos del deporte de los esquís en Bulgaria, con los logros de los esquiadores nacionales y, sobre todo, con una distinción que proporcionó a Chepelare y a Bulgaria un lugar de honor en el firmamento olímpico. Cuando en 1998 la biatlonista Ekaterina Dáfovska, nacida en esta villa serrana, ganó en Nagano la primera y única, hasta el momento, medalla de oro para Bulgaria en juegos olímpicos de invierno, toda Chepelare estaba de júbilo. Con este motivo, un grupo de entusiastas propuso crear de inmediato un museo que presentase el desarrollo de los deportes de invierno en esta ciudad desde los años 30 del siglo pasado hasta la actualidad. Es así cómo hace unos años abrió puertas el Museo de los Esquís, único de su género en Bulgaria y, tal vez, en los Balcanes.
La conservadora del museo, Svetla Terziyska, cuenta para Radio Bulgaria que la primera carrera de esquí en la región se celebró en el invierno de 1929 cuando un grupo de amigos convino competir en una calle nevada y bastante empinada del pueblo. Su emoción fue tan contagiosa que en los años siguientes cada vez más vecinos de Chepelare empezaron a dedicarse a las sutilezas del deporte de nieve. La pieza más antigua en la colección es un par de esquís de madera primitivos y bastante rudos de 1934. “Están hechos a mano y no fabricados a máquina, porque en aquel entonces no había dónde conseguir herramientas mecánicas – explica Svetla Terziyska –. La elaboración manual de los esquís, empero, era muy difícil porque se utilizaban duelas de barriles. Otros usaban listones de madera enteros, los hervían en agua, luego los colocaban en un molde especial para obtener la curva característica de los esquís. En Bulgaria la fabricación de esquí a máquina comenzó en 1961 con la creación de un taller para esquís para carreras de fondo”.
En los 80 del siglo pasado en Chepelare fue establecida una fábrica de esquís que prácticamente inundó los mercados europeos con producción “hecha en BG”. Desde hace varios años la empresa, que se ha afirmado como la mayor productora de esquís en los Balcanes, fabrica equipamiento bajo licencia de la mundialmente famosa marca austriaca Atomic. Sus dueños trasladaron a la pequeña villa rodopiana, conocida por sus competidores de esquí, también casi toda la producción de zapatos para esquís.
Además de a Ekaterina Dáfovska, que se convirtió en el emblema de Chepelare, los visitantes del museo pueden conocer los logros de una decena de destacados esquiadores búlgaros nacidos en esta región. De las excelentes condiciones para los deportes de invierno que ofrece este rincón favorecido por la naturaleza se benefician también los turistas, para los que Chepelare se ha convertido en un símbolo del deporte blanco de invierno y de la gloria olímpica.
El artículo ha sido redactado con la ayuda del Proyecto de Administración Regional de Smolyan para el Programa de Cooperación Territorial Europea Grecia – Bulgaria 2007 – 2013.
Versión en español por Daniela Radíchkova
Fotos: Veneta Nikolova
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