La ciudad de Zlatograd siempre ha sido “una puerta al ancho mundo”, por lo cual sus vecinos opinan, no sin razón, que desde allí empieza Bulgaria. Hasta esta ciudad, situada en la frontera con Grecia, llega no solo la suave brisa vivificante del mar Egeo, sino también la influencia de distintas culturas que han dejado su huella en las costumbres y el estilo de vida locales. Hoy en día, este hermoso lugar de la montaña Ródope fascina a los viajeros con sus casitas blancas de chimeneas redondas y el antiguo espíritu de un centro del Renacimiento Nacional, siglos XVIII – XIX.
En Zlatograd se encuentra el edificio de la primera oficina de Correos en Bulgaria. En el casco antiguo está la Iglesia de la Asunción de la Virgen de 1834, la iglesia más antigua en la montaña Ródope, construida durante la dominación otomana. Allí fue abierta la primera escuela en la región. Es allí donde durante el Renacimiento Nacional llegaban las innovaciones europeas del terreno de la técnica o la agricultura. En el siglo XIX, las vecinas de Zlatograd se atrevieron a sustituir sus trajes de campesinas por vestidos urbanos elegantes de última moda.
Hoy en día, Zlatograd también ocupa uno de los primeros lugares por su espíritu empresarial y visión del futuro. Gracias a la iniciativa de un empresario local, a principios del siglo XXI, el antiguo bazar de la ciudad cobra nueva vida. Con fondos personales y con apoyo financiero de fondos europeos, las casitas abandonadas y desmoronadas fueron restauradas y en sus plantas bajas fueron instalados talleres de artesanía tradicional. De esta manera se formó un complejo etnográfico privado, único por ahora en Bulgaria. La ciudad de pronto se llenó de turistas.
“En 2001 teníamos solo un hotel de unas diez camas y casi no había visitantes. Ahora tenemos muchos hoteles y casas de huéspedes, y acogemos a unos 90 mil turistas al año”, dice con orgullo Alexándar Mitushev, el empresario que emprendió la restauración del complejo y la mejora turística de la ciudad.
Antaño, el asentamiento se llamaba Belovidovo por las casitas blancas posadas como pájaros en los picos del Ródope. Vagando por las callejuelas de la parte antigua, nos convencemos que la ciudad no ha perdido su encanto de antaño. Lo primero que salta a la vista son las chimeneas redondas y blancas que coronan los techos de tejas rojas de las casas.
En invierno de las chimeneas sale un fino humo plateado que serpentea en el cielo y se desvanece en lo alto, entre los picos. La mayoría de las casas locales tienen más de 200 años. Están construidas de piedra, madera y adobe, y algunas de ellas todavía son habitables. Otras están transformadas en pequeños hoteles. Otras más albergan talleres en sus plantas bajas, en los que los artesanos de hoy rescatan las artesanías antiguas, típicas de esta región de Bulgaria. Podemos echar un vistazo entrando en los talleres de talla de madera,cerámica, la elaboración de cuchillos y de objetos de cobre. El turista puede visitar al orfebre local, le gustarán sus collares, aretes y adornos para la cintura llamados pafti, elaborados con tecnologías antiguas. En el taller de tejeduría le demostrarán cómo se tejen las alfombras rodopianas, llamadas jálishta, y le invitarán a probar sus habilidades en el telar.
En la talabartería verá cómo se elaboraban monturas, arneses y riendas. Unas de las primeras máquinas de coser importadas en Bulgaria hace 150 años están expuestas en el taller de costura, donde se pueden comprar camisas, delantales o todo un traje nacional de la región Ródope, todos hechos a mano. “Encontramos trajes viejos de los cuales aprendemos el oficio”, explica Marina Terítova, artesana de gaitán, cordones de lana de punto, y agrega:
"Los gaitán antaño se usaban de conexiónde la ropa y de adorno. El mayor número de cordones en un traje mostraba que su dueño era una persona rica. Hoy en día no todos pueden comprarse un traje de estos, por eso elaboramos recuerdos de cordón: esas florecillas, por ejemplo, o esas mariposas que se usan como broches oadornos para el pelo”.
Hagan un buen paseo por el complejo etnográfico, disfruten de la tranquilidad y de las exquisitas muestras de la arquitectura característica de la montaña Ródope y luego pasen por la Vieja Cafetería de 1823. Desde entonces hasta hoy, allí se prepara una especialidad típica de la zona, café preparado sobre arena caliente. En las tabernas y los restaurantes locales les agasajarán con manjares sabrosos y saludables.
En la ciudad y sus alrededores hay muchas oportunidades de alojamiento. Sin embargo, en verano es bueno hacer una reserva previa porque en esta época del año es difícil encontrar vacantes. Lo mismo es válido para los festivales folclóricos que suelen celebrarse en el complejo etnográfico de Zlatograd. Las callejuelas de la ciudad se llenan de vecinos vestidos con trajes nacionales y de turistas, armados con cámaras. No importa si es un festival del vino o de canciones urbanas antiguas, una recreación de Mariposa, un rito practicado para pedir al cielo lluvia, o la Parrillada, festival de la comida de las naciones balcánicas hecha a la parrilla, cada festejo transcurre con mucha exaltación y termina con una danza tradicional en ronda, joró, en la plaza central. Zlatograd les espera y les ha preparado un montón de sorpresas.
Versión en español por Ekaterina Bobeva
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