¿Es fácil para un músico búlgaro adaptarse a un centro docente de semejante rango?
“Es difícil la adaptación misma al entorno extranjero. Nosotros tenemos la ventaja de que el sistema de formación musical de Bulgaria sea bueno. Aquí me gusta el que existen oportunidades para que músicos de talento logren un perfeccionamiento aún mayor. Por ejemplo, había profesores que habían elaborado ejercicios especiales para universitarios de oído absolutamente preciso. La mayoría de los profesores del Mozarteum son, a la vez, investigadores científicos y desarrollan una amplia labor en sus respectivos círculos. Mantengo muy buenas relaciones con algunos de ellos. Tuve la gran suerte de estudiar en el Mozarteum y ser a la vez discípula de Ruggiero Ricci”.
Desde 2008 Yoana Kamenarska es segundo concertino de la filarmónica de Hamburgo. Esta temporada desarrollará clases de maestría en Japón y Austria, que conjugará con conciertos en Alemania y Hungría, y con recitales en Salzburgo.
¿Cómo ha cambiado su vida desde que es segundo concertino? ¿Cómo logra conciliar sus obligaciones de docente con las actuaciones en solitario?
“Hamburgo es una gran metrópolis. Trabajar en varias esferas del arte instrumental me enriquece. No podría especializarme y ser solo concertino. Más me interesa ser polifacética, lo cual requiere de una ser muy organizada. No me resulta fácil pero creo que estoy haciendo bien las cosas”.
En su apretada agenda, la violinista Yoana Kamenarska logra incluir también actuaciones en Bulgaria. La más reciente, a finales de junio, fue un concierto de obras de Prokofiev, Gabriel Fauré y Henryk Wieniawski. Cada un o de estos compositores es representante de un estilo diferente.
¿Cuál fue la idea al seleccionar las piezas del programa para el concierto?
“A primera vista esas obras parecían incompatibles, pero con la pianista Irina Georgieva, que lleva años viviendo en Suiza, deseábamos desde hacía mucho tiempo hacer semejante concierto y lo hemos logrado en Bulgaria. Comenzamos a reflexionar sobre las obras más concordantes con nuestro temperamento. Todas las incluidas en el programa armonizaban con nuestro concepto de nuevo comienzo. Prokofiev compuso la Sonata No. 1, durante y después de la II Guerra Mundial, cuando la humanidad pasaba de una etapa a otra. Gabriel Fauré también trabajó en un período de viraje en la historia del arte francés, cuando se perfiló la tendencia a que los franceses abandonaran los modelos ajenos y extranjeros, y apostaran en lo nacional. Así elaboramos nuestro programa que dio un nuevo impulso a mi cooperación con Irina Georgieva”.
La original idea de este programa de concierto será recogida en un CD que aparecerá este año.
Versión en español por Raina Petkova
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