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Las ofrendas y los korbán en las familias búlgaras

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Foto: BGNES

Servicio, santo o korbán es una fiesta en honor a un santo cristiano elegido a ser patrono protector de una familia, de un gremio u otro grupo de personas. El rito existe en todas las regiones de nuestro país, aunque en formatos diferentes. Hoy les contaremos de dónde procede esta tradición y qué preparativos y prácticas la acompañan. 





Esta tradición existía en las tierras búlgaras ya antes de la adopción del cristianismo como religión oficial. Según los investigadores búlgaros, su variante pagana se conservó por un período de tiempo relativamente largo. En cada región etnográfica llevaba nombres diferentes: stopan, stopanin, stopanova gozba, korbán, namestnik.

Stopanin (que en el búlgaro moderno significa dueño de la casa) es como llamaban antaño al patrono protector de la casa, que resguardaba la familia, los animales y los bienes del hogar. Era un ser invisible que habitualmente había sido un renombrado miembro de la familia: líder, sacerdote o una persona respetada en la aldea. Se creía que después de su muerte él permanecía cerca de la familia para protegerla, y su espíritu seguía rondando el hogar y cuidando de sus descendientes. Cuando se acercaba algún peligro, él se aparecía en sueños a algún miembro de la familia, habitualmente al hombre de mayor edad. El gran etnógrafo búlgaro Dimitar Marinov ha registrado múltiples testimonios de semejantes visiones u otras señales especiales, mediante las que el stopanin advertía a su familia y la protegía de peligros. En memoria suya, la comunidad patriarcal se reunía una vez al año para dar expresión a su respeto y gratitud hacia el patrono invisible.

Con la adopción de la religión cristiana, la tradición cambió de nombre pero conservó su esencia. Incluso en algunas regiones como, por ejemplo, las zonas del macizo Rodope y de las montañas Pirin y Strandzha, la fiesta del stopanin y del santo patrono del hogar se celebraban paralelamente hasta principios del siglo ХХ.

Los santos patronos de la comunidad familiar y sus fiestas habitualmente están relacionados con el ciclo de ritos otoñales e invernales. Están muy extendidos los kurbán familiares en San Pedro, el día del Arcángel Miguel, San Nicolás, San Demetrio, Santa Bárbara, San Atanasio, por mencionar algunos.  Los manjares preparados para la mesa festiva son en cierta medida similares a los ofrecidos en Nochebuena. Siempre hay pan, vino y trigo hervido con nueces y miel. Según la tradición, los panes suelen ser dos: uno dedicado a Dios y otro, al santo protector. 

Antaño la fiesta duraba tres días. Se creía que el santo protector de la casa llegaba al hogar en una fecha determinada. Para recibirle apropiadamente ofrecían una cena a la que invitaban sólo a familiares o vecinos muy cercanos. Esta cena se llamaba vechernitsa, es decir, “vespertina”, al igual que el pan que amasaban especialmente para ella.

El propio día del homenaje, las mujeres se levantaban muy al amanecer y preparaban todo lo necesario para la celebración. El cabeza de familia llevaba a la iglesia el trigo cocido y el pan para que el cura los bendijera. Mientras tanto, en la casa servían la mesa. Ocupaba un lugar central en ella el asado del animal sacrificado para la ocasión (cordero o becerro), y en San Nicolás era obligada la presencia de una carpa. La mesa se incensaba, bien por el sacerdote, bien por el hombre de mayor edad de la familia. Luego se hacían cortes en forma de cruz en el pan ritual y los cortes se llenaban de vino. El que se escurría era recogido en un vaso y el dueño de la casa lo tiraba hacia el cielorraso con el siguiente augurio: “¡Que prospere la casa y se alegre su prole!”. El pan se repartía entre todos los comensales, lo mismo que el trigo hervido y la carne asada. Se recibía a invitados durante todo el día, y la fiesta continuaba hasta muy entrada la noche.

El tercer día de la festividad se llamaba pateritsa (muleta) y era cuando se despedían del santo patrono de la casa. En honor a la muleta o bastón del santo, con que él bendecía a sus protegidos pero también los castigaba cuando se lo merecían, se servía una mesa humilde, que también se llamaba muleta. El cabeza de familia partía en dos el pan ritual amasado para la ocasión y dejaba la mitad debajo del icono familiar. Al cabo de algún tiempo esa mitad era llevada al campo y se hacía migas, que el dueño de la casa disipaba en el sembradío en homenaje a Dios.





Versión en español por Ruslana Valtcheva



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