Hace ya tres milenios que la Pascua de Resurrección, una festividad que celebra la bondad, la calidez y el amor, sigue llenando el corazón de los fieles con la luz del despertar. Siempre igual y diferente a la vez, es la promesa hecha realidad para el alma que busca la salvación; es la esperanza y la fuerza que ayudan a los cristianos a soportar los golpes más fuertes y, sin embargo, no perder la fe, porque después del invierno llega la primavera, y la alegría anhelada borra el dolor. La vida vence a la muerte; precisamente por eso la Resurrección de Cristo está en la base de la doctrina de la Iglesia Ortodoxa.
“La Resurrección da contenido al camino luminoso que nos enseñó el Salvador – dice el metropolita (obispo ortodoxo) de Europa Occidental y Central, Antoniy –. Jesús, la máxima expresión del amor de Dios, fue enviado aquí, a la Tierra para mostrarnos el camino perfecto. Su misión es asumir la carga pesada de nuestros pecados, redimir la caída humanidad del Antiguo Testamento y dar oportunidad a todas las personas de ganar la vida eterna. Es por ello que la Iglesia Ortodoxa exalta la Resurrección de Cristo como Festividad de las festividades, la espera con emoción y la festeja con gran solemnidad durante tres días. En la víspera de la festividad, en la medianoche del sábado, nos saludamos con el saludo pascual “¡Cristo ha resucitado!”, y respondemos, convencidos de este gran milagro, con un “¡En verdad ha resucitado!” Este saludo pascual se sigue pronunciando con gran júbilo hasta el día de la Ascensión de Cristo. Durante 40 días proclamamos esta gran felicidad, que llega a todos los rincones de la faz de la Tierra brindando esperanza, fe y, ante todo, gran misericordia y alegría Divina”.
Para los creyentes esta es la recompensa por sus sufrimientos que, por muy duros que sean, son incomparables a la pasión de Cristo. Experimentando hasta el dolor más cruel, ellos siempre guardan la esperanza de que la humildad y el estoicismo con que la aguantarán serán recompensados.
“Indudablemente, esto es así porque sin Calvario no hay Resurrección – resalta el metropolita Antoniy –. El camino del hombre, en plan de vida, representa la escalada precisamente de este Gólgota, de este pico llevando sobre los hombros la carga de la vida cotidiana. Si recorremos este camino difícil con la obediencia, el amor y la paciencia, como nuestro Salvador, nosotros, sin duda, nos acercaremos a Dios. Sólo crucificando nuestros pecados, en el plan espiritual, a través de la confesión y el arrepentimiento, podremos aceptar a Cristo en nuestros corazones y obtener la vida eterna, renovados y purificados ¡Felices y bienaventurados días de Pascua de Resurrección, llenos de mucho gozo y de más esperanza y de amor por Dios!”.
Versión en español por Daniela Radíchkova
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