¿Es fácil derrumbar una casa edificada con mucho dolor y amor? ¿Cómo se deja el lugar natal para siempre? ¿Quién te puede devolver la fe, la infancia idílica, la inocencia? A mediados del siglo pasado, cuando la Bulgaria comunista estaba con la fiebre de las construicciones, miles de personas se vieron obligadas a destruir sus casas y mudarse lejos del hogar. ¿Cuál es el motivo? Es el desalojamiento de zonas enteras con el fin de hacer represas y centrales hidroeléctricas que den un impulso poderoso a la economía socialista planificada. ¿Quién se puso a pensar en las personas sin hogar, los destinos quebrados y las familias separadas? Hoy, sus descendientes aún no pueden sacudirse de los recuerdos de sus casas hundidas que se apoderan de sus pensamientos y de sus sueños. Lo mismo sucede con los habitantes del pueblo de Zapalnia, cuyos restos yacen en el fondo del embalse de Jrebchevo.
¿Será que este pueblo del Valle de las Rosas era víctima de una maldición desde su creación en el s. XV? Un desbordamiento del río Tundja inundó el pueblo y la mayoría de sus habitantes murieron. Los sobrevivientes fundaron un nuevo pueblo y lo llamaron, Azaplu (del turco: dolor, sufrimiento), posteriormente se denominó, Zapalnia. En aquellos lejanos tiempos sus duro. Pero la tierra era benévola y les obsequiaba ricas cosechas. En Zapalnia hubo también una escuela, una casa de cultura, un coro y…una iglesia bellísima.
“Recuerdo que era preciosa, ornamentada ricamente como en un cuento de hadas. Era el edificio más grande en toda la provincia. Mi abuela, a menudo, me llevaba a la iglesia y cuando yo entraba sentía admiración por su belleza sin igual – recuerda Mitko Denchev de 59 años –. “San Juan de Rila”, así se llamaba el templo de Zapalnia. Hoy podemos ver sólo partículas de sus paredes que, cual un barco fantasma, flotan en el embalse de Jrebchevo. En los años 60 del siglo pasado desde Sofía llegó una orden de desalojo porque se construiría una represa. La gente se preguntaba, ¿a que tenemos que abandonar nuestro hermoso pueblo y buscar suerte en otro lugar? En aquel entonces Mitko tenía 7 años. “Nos dieron un plazo de un año”, cuenta Mitko y agrega:
“Teníamos que dejar el pueblo y carga con lo que podíamos. La gente estaba muy preocupada. Nos permitieron derrumbar nuestras casas para poder utilizar los ladrillos, los redoblones, las vigas…para las nuevas viviendas. Muchos se trasladaron a Tvarditsa y Kazanlak y algunas villas cercanas. El Estado prometió una indemnización pero el dinero era poco”, cuenta Mitko.
La gente derrumbó sus casas, la escuela, la casa de cultura, etc., prepararon sus cosas y se fueron con sus animales del lugar. Pero no se atrevieron a destruir la iglesia. “Nadie lo hizo”, recuerda Mitko. En la primavera de 1965, una corriente impetuosa y turbia hundió los restos de Zapalnia. En la colina de la villa se veía un grupo de personas…Los habitantes de Zapalnia que se despedían de su pueblo. ¡Todo había acabado!
Versión en español por Ludmila Sávova
Fotos: Veneta Nikolova
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