En el año 1999, el día de la Consagración de la Virgen María (21 de noviembre), en el rellano delante del templo de San Elías Profeta, en el barrio "Druzhba 2", un grupo de jóvenes que había acudido a oír misa decidió organizar un comedor de beneficencia. Siguió un período de preparación durante el cual recaudaron dinero, leña e ideas, hasta que el 9 de enero de 2000, por primera vez, dieron la bienvenida y sirvieron comida a 35 personas pobres y sin hogar. Dieciséis años más tarde, todos los domingos en el mismo lugar, 400 personas necesitadas reciben alimento, y durante ese tiempo el comedor nunca se ha quedado sin productos.
Moni Marínov, uno de los fundadores de la iniciativa y actualmente el responsable de la actividad, dice de las personas que visitan el comedor: “Vienen todo tipo de personas, desde ancianos solitarios con pensiones bajas, enfermos, mendigos, a familias numerosas. Recientemente, tuvimos una familia búlgara con siete hijos, que vivían y dormían en una parada de autobús. También tenemos inmigrantes, refugiados, y mucha gente de la provincia, que hace el viaje especialmente para conseguir la comida. Aceptamos a todo el mundo, es nuestro principio. Alguna vez que se nos ha terminado la comida hemos repartido paquetes de arroz, por ejemplo, pero siempre hay algo que dar. Todos los que vienen el domingo obtienen comida. Actualmente no necesitamos alimentos, tenemos suficientes para varios meses. Por supuesto, nos reabastecemos periódicamente, no podría ser de otra manera porque se trata de 400 personas”.
En esta etapa, la principal preocupación de los responsables es la falta de fondos que permitirían al comedor satisfacer plenamente los estrictos requisitos de higiene que exige la ley. El comedor social no tiene presupuesto, todo el dinero proviene de donaciones. Sin embargo: “Para nosotros es importante que cada domingo 400 personas obtienen de nosotros no sólo una comida caliente sino también un paquete de comida con el cual una persona se puede alimentar un día entero – prosigue Moni –. Y hay ancianos que lo hacen durar hasta el miércoles o el jueves. En este paquete hay comida caliente y un bocadillo nutritivo con tres albóndigas o tres kebapche (carne picada a la parrilla con especias). También hay pan y fruta, y a menudo leche”.
Las obligaciones de Moni y de los demás voluntarios no terminan con la preparación y distribución de los alimentos. Además de las actividades sociales, en el templo también se implican en la educación y el trabajo con los niños, hay escuela dominical, se escribe un periódico, y se realizan una serie de campañas benéficas.
“Somos una organización muy bien estructurada; aunque es voluntaria, hay jerarquía y responsables de su funcionamiento. Tenemos tres equipos diferentes: uno es nuestro centro espiritual y educativo, donde unas 20 personas se ocupan sólo de actividades culturales, entre ellas mantener nuestra página web, la de Facebook, y publicar un periódico semanal. El segundo equipo es un centro de trabajo con la gente en el que unos jóvenes maravillosos están organizando constantemente campañas benéficas. Actualmente, por ejemplo, tienen entre manos una campaña para la recogida de pelotas deportivas. Hicimos una donación a una escuela especial en la ciudad de Velingrad y de ahí surgió la idea de ayudar a más ciudades. Organizamos una gran campaña bajo el lema “Dona una manta”. La mitad de las personas que reciben comida de nuestro comedor son mendigos que duermen en todo tipo de lugares y la manta es algo muy valioso para ellos. Todos los domingos tenemos actividades con los niños de los necesitados; son actividades tanto espirituales como puramente educativas porque muchos de ellos no asisten al colegio. Tratamos de ayudarles no sólo con la ropa. Recientemente, uno de los niños recibió un ordenador, por supuesto de segunda mano, pero para él es como si fuera nuevo. Nuestro equipo principal está en el comedor. El trabajo ahí empieza el sábado con la preparación de la comida y continúa el domingo, que es un día muy fatigoso, por eso cuidamos que los voluntarios tengan sólo un fin de semana de guardia al mes, para que, cuando les toca, puedan darlo todo”.
En el comedor trabajan principalmente jóvenes. Dicen que cualquiera que desee ayudar es bienvenido y al final de cada turno se van de buen humor. La mayoría de las personas que acuden al templo los domingos se sienten solas y no van sólo en busca de comida caliente, sino también de contacto social y algo de atención.
“Cada casa del Señor es una casa de la esperanza. Este es el sentido de la Iglesia, el sentido de todo lo que nos ha reunido aquí: la fe, la esperanza y el amor. La fe en nuestro Señor y nuestra fe ortodoxa nos harán mejores, más fuertes y más unidos. Sin la fe estamos condenados como nación y como país", concluye Moni Marínov.
Versión en español por Marta Ros
Fotos: Silvia Petrova
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