Tras haber elevado, al 3 %, el pasado mes de septiembre, el FMI su pronóstico sobre el crecimiento económico de Bulgaria en 2016, ahora acaba de hacer otro tanto el Banco Mundial que hasta ha sobrepasado el optimismo del Fondo Monetario Internacional asignando a Bulgaria un crecimiento del PIB estimado en 3,5 %. El primer ministro dimisionario, Boiko Borisov, se sintió sinceramente alegrado con esta buena nueva y sugirió en las redes sociales que a estos indicadores tan excelentes había contribuido también su gobierno. No es especialmente importante saber si habrá sido exactamente así, o bien, el ciclo económico del mercado y la coyuntura económica habrán llegado a su punto culminante. Además, no hay que examinar, en absoluto, el tema de esta manera. Es que en la misma medida en que el ciclo económico repercute en la política, ésta también influye en los adelantos económicos .No por casualidad existe toda una ciencia a este respecto; la economía política.
Importa destacar a estas alturas que estos porcentajes impresionantes han sido logrados, prácticamente, sin inyecciones financieras por parte de la UE que ni siquiera ha iniciado aún el cumplimiento de sus programas financieros para el período de 2014 a 2020 y Bulgaria no ha recibido todavía nada sustancial en forma de subsidios en el marco de los diferentes programas de Cohesión. Además, las condiciones para los negocios internacionales tampoco resultaban especialmente favorables para los productores, fabricantes y exportadores búlgaros. De manera que, en última instancia, los resultados económicos positivos son fruto, en la mayor medida, de las condiciones internas para la política y los negocios y del buen consumo interno. Éste ha resultado tan activo que los ingresos recaudados por el fisco, básicamente en concepto de IVA, han redundado en un superávit presupuestario de más de 750 millones de euros, lo cual es, más bien, una excepción bastante significativa, sobre el telón de fondo de casi todos los países europeos que despliegan esfuerzos increíbles por mantener bajo control el gasto público y no superar la sacrosanta regla europea férrea de un máximo de 3 % de déficit presupuestario.
Paralelamente a los datos revisados para 2016, el Banco Mundial ha anunciado sus pronósticos para 2017. No son tan brillantes como los de 2016 pero, con todo, despiertan la envidia de una serie de países de Europa Occidental y Central. Se espera que el PIB en 2017 crezca en un 2,9 %, índice que coloca a Bulgaria en el primer puesto dentro del grupo de países del que forma parte en base a una serie de indicadores del BM.
Todos estos indicadores, índices y pronósticos presentan dimensiones bastante palpables tanto para el Estado como para los ciudadanos llanos. Los búlgaros nunca están contentos y, según diferentes sondeos internacionales, forman una de las naciones más desafortunadas en el mundo. Además, son los ciudadanos más pobres de la UE, con la pésima calidad de vida. Aporta cierto consuelo en este sentido la circunstancia de que se vislumbra una lucecilla en el túnel de los negocios. La productividad en todos los sectores de la industria crece pese a continuar siendo unas 10 veces inferior a la de los países mejores en este sentido en Europa. Es por esto que los ingresos de los búlgaros registran, cada año, un aumento del 10 % y esto explica por qué el consumo interno y, en cierta medida, las exportaciones, son los motores del crecimiento.
Hasta ahora el gobierno conservador del primer ministro Borisov venía aplicando una política de austeridad y no se atrevía a tomar medidas más sustanciales con el fin de incrementar la remuneración de los ocupados en el sector público y las pensiones de los jubilados. Ahora este gobierno es dimisionario y en la primavera del año en curso se celebrarán elecciones parlamentarias anticipadas. Si después del éxito que tuvo en las presidenciales, la izquierda obtenga una mayoría también en las parlamentarias, el Estado abrirá su cartera y los problemas sociales se irán resolviendo con unas subvenciones estatales mucho más generosas. Es que, además, hay dinero para una tal política. Más de 7 mi millones de euros se quedan en la reserva del Estado como una garantía complementaria contra todo tipo de conmociones internas o internacionales. Tanto el Fondo Monetario Internacional como el Banco Mundial han instado que se dedique mayor atención a las personas socialmente desaventajadas, a la gente de la tercera edad, a los enfermos, a los analfabetas y a los residentes en las regiones de mayor retraso económico, en el noroeste del país. Las dos instituciones internacionales no lo hacen por ser compasivas ni misericordiosas, sino porque, para ambas, los desequilibrios son peligrosos y amenazan el crecimiento económico en su integridad y la estabilidad política.
Versión en español por Mijail Mijailov
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