Tras haber tomado Rumen Radev posesión oficial de su cargo como jefe de Estado búlgaro surge la pregunta de si él será capaz de justificar el respaldo que ha obtenido en las presidenciales, o bien, provocará defraudación. La politóloga Tatyana Burudzhieva expresa en entrevista para Radio Bulgaria lo que cabe esperar del nuevo presidente de Bulgaria.
No espero que nos quedemos sorprendidos por cambios drásticos en las posiciones de Rumen Radev ni respecto a la política interna ni en lo tocante a la política exterior. Ahora está por ver qué tipo de gobierno interino presentará. Existe una particularidad importante en lo concerniente a este gabinete interino, ya que se desconoce su plazo de vigencia. No están claras las perspectivas ante la formación de un gobierno de Bulgaria tras las elecciones. Puede resultar que el gobierno interino deba gestionar realmente el Estado y en este sentido se vuelven aún más importantes los requisitos, la valoración y los criterios que se aplicarán a los integrantes de este gabinete.
¿Cómo comentará Vd. el equipo que Radev acaba de nombrar?
Por el equipo de secretarios en la Presidencia podemos juzgar con respecto a las prioridades principales que se plantea el presidente como actuación. La atención que se concede a las políticas respecto a la juventud forma parte de la variedad que observaremos. Hay que fijarse también en la paleta más extensa de Consejos que serán estructurados. Habrá que fijarse también en las relaciones entre el presidente y la vicepresidenta de la nación porque esto siempre ha sido un problema en Bulgaria.
Por el respaldo otorgado por los socialistas se ha admitido que Rumen Radev promoverá una política prorusa. ¿Qué tipo de posición cabe esperar del presidente en realidad?
Las fuerzas políticas, sobre todo del espectro de la derecha, pretenden imponer la tesis de que el nuevo presidente provocará reorientaciones geoestratégicas nuevas de Bulgaria. El jefe de Estado ha ocupado una postura clara y equilibrada, basada en la orientación euroatlántica de Bulgaria. Lo nuevo que Radev ha añadido son los intereses del país y esto representa un buen fundamento. Esto sería un buen equilibrio en nuestra posición internacional. En estos dos meses en que se mantendrá en vigor el gobierno interino, designado por Radev, no espero virajes drásticos algunos de Bulgaria en la política internacional. Lo que interesa más es ver cómo se formarán los equilibrios regionales de Bulgaria, o sea, hasta cuándo seguiremos considerándonos, básicamente, un Estado balcánico y aceptaremos la mano tendida de los países de Europa Central y del Este.
¿En qué enfatizará el presidente de Bulgaria en sus actos?
Estimo que lo que promoverá como política en estos dos meses con gobierno interino será una mirada más distinta hacia el Presupuesto del Estado con énfasis en los grupos en riesgo de pobreza. Espero una posición clara con respecto a lo que ha hecho como cambios en los precios de los fármacos en los últimos días el ministro dimisionario de Sanidad, Petar Moskov. Estos cambios están afectando a enormes grupos de la población. Espero que en este ámbito el gobierno interino sea capaz de poner de relieve el compromiso del jefe de Estado en lo tocante a los problemas demográficos, la pobreza, la calidad de la Salud Pública y las necesidades de los pacientes. Espero que este gobierno tenga una actuación decisiva en el terreno de la Cultura y la Educación.
¿Tiene cabida el optimismo en las expectativas de los búlgaros?
Los búlgaros tenemos una cualidad específica, la de ser pesimistas y de buscar siempre problemas. No podremos ser optimistas. En este país es una tradición secular que el Estado les sea ajeno a los ciudadanos y así el comportamiento común de cada búlgaro apunta a engañar al Estado. Esto genera un problema ingente en la estructuración de nuestro Estado democrático y creo que los efectos no se sentirán de la noche a la mañana, aunque se hagan buenas cosas en el terreno político. Habrá que ir acumulando una actuación cualitativa y acertada suficiente para que se pueda eliminar esta mirada susceptible y recelosa de los ciudadanos hacia las instituciones de Estado y la política. El cambio de la mentalidad lleva tiempo, y, encima, los políticos no contribuyen grandemente a que se produzca tal cambio.
Versión en español por Mijail Mijailov
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