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La escuela búlgara en Londres educa a búlgaros recios y dignos

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Zdravka Mómcheva con sus alumnos
Foto: Archivo personal

En la última decena de años ha ido creciendo varias veces el número de las escuelas en el mundo en las que los hijos de nuestros compatriotas mantienen su vínculo con su lengua y sus raíces. En todos los países en que exista una importante comunidad de búlgaros se van abriendo planteles, se contratan maestros y profesores, y los libros de texto llegan a estos centros docentes como donativos procedentes de Bulgaria.

El número de las escuelas búlgaras en el extranjero ya suma unas 380, según datos de la Agencia Estatal para los búlgaros residentes en el extranjero. Este dato es realmente novedoso tanto en el plano histórico como en el geográfico. Es un hecho que demuestra que en el extranjero residen búlgaros con añoranza por la patria y apego a lo búlgaro, quienes pretenden seguir viviendo como búlgaros dondequiera que estén por el mundo.

Zdravka Mómcheva ha invertido mucho cariño y confianza en su labor. Lleva diez años enseñando en el curso preuniversitario de la escuela búlgara en Londres. El plantel lleva el nombre de Iván Stanchov, emigrante, político, diplomático y personalidad pública de origen búlgaro y es una de las escuelas más veteranas, organizadas anexas a las embajadas de Bulgaria en las importantes capitales europeas. Zdravka Mómcheva dirige las clases de lengua y literatura búlgaras que enseña a alumnos del noveno al duodécimo grado. Se trata de las asignaturas básicas impartidas en esta escuela. Las clases se desarrollan sin interrupción de lunes a domingo.

Es un auténtico placer trabajar con los hijos de los búlgaros residentes aquí, dice Zdravka Mómcheva y agrega que todos los estudiantes no frecuentan las clases por obligación, sino movidos por su deseo. Es así porque Bulgaria desempeña un papel enorme en la educación en el seno de la familia de los búlgaros en el extranjero. Todos los alumnos se incorporan, con su trabajo y donativos, a diferentes causas benéficas en ayuda a nuestro país. Por Navidad, por ejemplo, dibujan y venden tarjetas navideñas, y los recursos recaudados se encauzan como donativos al centro de rehabilitación de niños “Karin Dom”, en la ciudad búlgara de Varna, fundado por el patrono de la escuela en Londres, Iván Stanchov. Siempre por Navidad los estudiantes de los grados superiores preparan una muestra culinaria propia. Con los platos elaborados cada uno de ellos trata de representar las tradiciones culinarias de su terruño. Esto nos aproxima al ambiente festivo en Bulgaria, y el folclore y la religión de nuestro pueblo van penetrando con desenvoltura en el día a día de los búlgaros jóvenes residentes en el extranjero, señala Zdravka Mómcheva y agrega:

Cuando hace 17 años llegué aquí sentía literalmente un ímpetu irresistible por demostrar que los búlgaros poseíamos un número de rasgos positivos en lo emocional y lo intelectual, superior al que tienen las otras naciones. Hoy sigo afirmando que los búlgaros no somos en absoluto gente peor que los demás porque todos somos seres humanos. Nosotros, los búlgaros, somos muy interesantes por nuestra idiosincrasia y costumbres para las otras personas y si conociéramos la forma para hacerlo podríamos acaparar la atención no sólo hacia nosotros mismos, sino hacía nuestro país. Me he fijado en que el rasgo pésimo que tenemos los búlgaros es el de la autoflagelación. Siempre nos valoramos en un plano negativo, nos consideramos unos seres malos. Esta postura tiene sus raíces en el mal modo de vida en Bulgaria y también se origina por las posiciones malevolentes respecto a nuestros prójimos. El resultado ha sido un descenso de nuestro estado anímico pues se nos ha estimado como personas de escasa valía. Es algo muy lógico pues si le vas inculcando a uno que es un hombre incapaz y simplón éste acabará tomándoselo por verdad. Una tal persona, movida por lo negativo que se está acumulando en su conciencia luego empieza a decir y a repetir que sólo es portadora del Mal. Sin embargo, somos los búlgaros la nación que empezó a leer y a escribir en la lengua eslava escrita más veterana en Europa, en la lengua búlgara. Esta lengua se la hemos transmitido a todos los demás pueblos de habla eslava, y, posteriormente, de escritura eslava. Somos un pueblo que había sido educado, antes de sucumbir al dominio otomano, por guerreros y literatos. Eran tales nuestros zares. Hoy en día me desagrada muchísimo ver que los búlgaros tienen una postura desdeñosa incluso frente a su glorioso pasado. Cuando nos referimos a nuestros zares decimos Boris, Simeón, Kaloyán, así a secas, sin más, olvidándonos de anteponer a sus nombres sus títulos de zares. Aquí, los ingleses ponen en sus libros de texto −y esto lo puede comprobar cualquiera− que Bulgaria había sido un imperio durante el reinado del zar Simeón. Es precisamente esto lo que debemos cambiar, esta postura de desprecio para con nosotros mismos.

Como parte activa de la comunidad búlgara en Londres, Zdravka Mómcheva tiene su sección en el periódico búlgaro editado allá y titulado “BG Ben”. Dice que a través de esta sección que dirige, como también por su obra poética, procura enfatizar en la imagen colorida, hermosa y buena de Bulgaria Y agrega: Tenemos una comunidad búlgara estupenda en la capital británica. Según una estadística extraoficial el 85 % de los búlgaros residentes aquí tienen su empleo y hogar, comprado aquí o bien alquilado por un período prolongado de tiempo. Los búlgaros que llegan a Reino Unido arriban con sus ideas de lo que habrán de hacer, de cómo se van a realizar. También hay aquí gran número de estudiantes universitarios búlgaros a los que admiro y que me encantan.

Versión en español por Mijail Mijailov



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