Mineros y trabajadores del sector energético descontentos organizaron estos días protestas en la capital de Bulgaria, contra la amenaza de quedar suspendidas, por razones ecológicas, en los próximos dos años, a más tardar, la extracción de hulla y la generación de energía por las centrales térmicas de carbón. Tuvieron el respaldo tanto de los sindicatos como también del Ejecutivo, en la personas de Temenuzhka Petkova, ministra de Energía, y de Rumen Radev, presidente de Bulgaria. Éste manifestó en la ciudad polaca de Katowice, ante la conferencia de los países de la Convención Marco de la ONU para el Cambio Climático, que” el aumento ulterior de la ambición de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero no se ajusta a nuestros intereses nacionales” y enfatizó que Bulgaria ya iba camino de sobrecumplir el objetivo de reducir estas emisiones en un 20 % hasta el año 2020, en comparación con el año1990.En el año 2016 la reducción fue del 49 %, frente al año base, 1988, y del 4,4 %, frente al año 2015.
En realidad, el problema no es nuevo. Ya con la firma, en París, en el año 2015 por más de 200 países, del Acuerdo para el cambio climático se implementaron normas obligatorias para la contaminación provocada por las importantes instalaciones de combustión, o sea, por las centrales termoeléctricas. En 2017 la UE aprobó un documento propio en el que, con más detalles y con plazos fijos para su cumplimiento, se han precisado las exigencias en lo tocante a la contaminación atmosférica y el comercio con cuotas para gases de efecto invernadero.
Bulgaria se encuentra gravemente afectada por estas medidas ecológicas. Este país despliega esfuerzos enormes por respetar las normas ecológicas pero, paralelamente a ello no puede prescindir de su sector carbonífero ni de sus cuatro centrales térmicas de carbón en el complejo “Maritsa Este” las cuales generan el 45 % del total de la energía eléctrica que Bulgaria produce. De hecho, nadie quiere cerrar este tipo de instalaciones energéticas, pues las medidas sólo implican dotarlas de equipos depuradores que permitan que se logren determinadas normas de contaminación ambiental. El problema es que estas instalaciones depuradoras resultan tan costosas que ninguna de las centrales termoeléctricas búlgaras será capaz de permitírselas ya que existe la amenaza de que así la energía eléctrica producida para la población y las empresas se vuelva invendible por sus elevados precios. Esto excede incluso de las fuerzas de las dos centrales, llamadas “norteamericanas”, extraordinariamente modernas, que queman, sin embargo, el carbón de lignito de más baja calidad de la cuenca hullera “Maritsa Este”. Este tipo de carbón tiene un contenido tan elevado de polvo que simplemente no hay manera de que no provoque una contaminación del medio ambiente, por muy modernas que sean las centrales.
Los ecologistas influyentes a nivel mundial empero no están propensos a hacer concesiones. Los de la “Greenpeace”, por ejemplo, consideran que las autoridades búlgaras prefieren alargar la vida de las centrales térmicas de carbón a tener que esforzarse por alargar la vida de los seres humanos. Hay más y es que ahora van resonando con fuerza cada vez mayor las voces de quienes reclaman medidas aún más restrictivas. Justamente es éste el objetivo de la conferencia de la ONU en Katowice, a pesar de la resistencia de gran número de países.
¿Qué pueden hacer las autoridades búlgaras para salvar la industria y, al mismo tiempo, acatar las regulaciones europeas y mundiales? En el caso en que los gastos en inversiones de modernización resulten desproporcionados frente a los beneficios ecológicos, los gobernantes en Bulgaria contarán con la posibilidad de reclamar una derogación, respetando al mismo tiempo, las normas ecológicas plasmadas en la directiva de la UE. La derogación significa, en este caso, que por determinado período de tiempo a las instalaciones energéticas búlgaras les será permitido no respetar las normas ecológicas sin que, por ello, Bulgaria, sea sancionada por la Unión Europea. Se desconoce si esto se producirá y cuándo ocurrirá. De momento, Sofía se conforma con adquirir cuotas de gases de efecto invernadero. Cabe recordar, a estas alturas, que Bulgaria ya había sido sentenciada por el Tribunal de Justicia de la UE en Luxemburgo por la fuerte contaminación atmosférica de sus ciudades. La Comisión Europea, sin embargo, no ha pedido todavía al Tribunal la aplicación de multas financieras.
Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: BGNES
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