Últimamente, a los conductores nacionales la vida se les ha ido haciendo cada vez más dura y colmada de virajes peligrosos. Ha habido una subida de los impuestos que gravan los coches viejos que forman el 75 % del parque automovilístico, de 3 millones de vehículos en el país. Luego ha habido una subida indirecta del precio a pagar por el seguro obligatorio de Responsabilidad Civil con la implantación del sistema “Bonus-Malus”. Esto no ocurrirá inmediatamente, sino dentro de varios años pero los choferes, desde ya deberán hacer bien sus cuentas y meditar si vale la pena que, primero, la Policía de Tránsito les castigue con una multa, o bien, les retire los carnés de conducción, para luego pagar seguros más cuantiosos, o bien, sería mejor conducir atenta y prudentemente respetando, en la medida de lo posible, las reglas del Código de Tráfico y Seguridad Vial. Los taxistas en Sofía, por su parte, se han quejado de que las tarifas aprobadas por el Ayuntamiento para la transportación diurna y nocturna de pasajeros ya no es capaáz de cubrir sus gastos en la compra de los carburantes ahora más costosos. Y, a la postre, a los transportistas internacionales búlgaros, la UE les ha enseñado una “tarjeta roja” con la aprobación del nuevo paquete de Movilidad, más popular por el nombre de paquete “Macron”, por el nombre del presidente francés.
Países como Francia y Alemania, alarmados por la competencia que les hacen países de la UE con gastos viales más bajos, han logrado obtener la aplicación en las transportaciones internacionales del estatuto de trabajador desplazado, a quien se le paga en función de las condiciones del país en que hace su trayecto. El texto prevé que el descanso semanal de los camioneros se haga fuera de la cabina de sus vehículos. Los camioneros deben retornar a los países en que se encuentra la sede de sus respectivas empresas, una vez cada cuatro semanas, como mínimo, excepto en algunos casos especiales. Este paquete que pretende tener una orientación social para defender los derechos e intereses de los conductores, independientemente de la parte de Europa de la que proceden resulta, en la práctica, inaplicable en Bulgaria y expulsa a los transportistas búlgaros del mercado europeo. Coloca el listón tan alto que únicamente empresas transportistas muy poderosas de la porción desarrollada de Europa podrán permitirse el lujo de respetarlo. En lo que hace a las pequeñas empresas búlgaras, de 1 a 2 camiones, hay que decir que las mismas no disponen de los recursos financieros indispensables para aplicar las disposiciones del citado paquete, las que aparentemente pretenden defender los principios del libre mercado y apuntar contra el dumping.
Hay que decir, por lo además, que a los búlgaros les gusta viajar nacional e internacionalmente. Hay más y es que muchos de ellos son muy aficionados a las altas velocidades al circular por las anticuadas y no modernizadas carreteras búlgaras. Este hecho no hace sino incrementar el peligro de accidentes y así, por el número de personas muertas en tales, Bulgaria ocupa el primer puesto en Europa. Si existiera una clasificación de los países en base al indicador de carreteras malas este país volvería a ocupar uno de los primeros puestos, puesto que hasta las propias autoridades confiesan que el 25 % de la red de carreteras nacional se encuentra en un estado trágico y que esas carreteras deplorables no son aptas para la circulación por ellas de coches, camiones o autobuses.
Todo ello ha provocado gran nerviosismo en los conductores búlgaros y muchos de ellos se han volcado a las calles y carreteras de Bulgaria en acciones de protesta, para defender sus derechos e intereses. La mayoría de los ciudadanos búlgaros han respaldado estas acciones que, no obstante, no han llamado especialmente la atención, sobre el telón de fondo de otras manifestaciones de descontento por las condiciones de vida y la miseria. De momento, las autoridades oficiales se encuentran dispuestas a defender únicamente los derechos de los transportistas internacionales búlgaros contra el paquete “Macron”, pero su éxito no está seguro y, en el mejor de los casos, se puede lograr una derogación, o sea, el aplazamiento por algún tiempo de la aplicación de las disposiciones del citado paquete. Es por esto que los transportistas búlgaros amenazan ahora con protestar, en sus camiones, incluso en Bruselas.
El dictador Stalin llegó a decir durante la II Guerra Mundial que los choferes eran la cosa única para la que no tenía arreglo. Actualmente no hay dictadores ni guerras mundiales pero las reivindicaciones de los conductores búlgaros siguen en pie y éstos esperan de las autoridades comprensión y medidas en respaldo al importante y competitivo sector transportista de la economía nacional.
Versión en español por Mijail Mijailov
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