El centenario del natalicio de Dafo Trendafilov (17.01.1919–4.12.2010) es sólo uno de los motivos para evocar el recuerdo de este mítico instrumentista y la luminosa estela que dejó en el arte de la gaita. Su música roza el alma al instante y traslada a los oyentes en medio del fascinante paisaje de la montaña Ródope, en el sur de Bulgaria. Las melodías y las danzas tradicionales búlgaras joró en la interpretación de Dafo Trendáfilov, ilustran su genuino estilo gaitero que es una herencia secular. Es reconocido decano de la vieja escuela de la gaita kabá (gaita de tono bajo), típica únicamente de la región Ródope. Fue el pionero en organizar festivales relacionados con su instrumento favorito.
Dafo Trendáfilov fue el primero en enseñar gaita kabá a la primera promoción de alumnos admitidos en la Escuela Nacional de Artes Folklóricas de Shiroka Laka, en el sur del país, una oportunidad extraordinaria para los jóvenes talentos para llegar a dominar las sutilezas de tocar este instrumento antiguo tradicional. El gaitero dedicó más de 20 años a la docencia. Además, fue el cofundador del conjunto folklórico de su aldea natal. La voz de la gaita del renombrado músico se elevaba sobre el pico Rozhen, en el macizo Ródope, también resonaba en todas las ediciones del Festival Nacional de Folklore de Koprívshtitsa (oeste de Bulgaria), donde intervenía como solista y, además, integrante de la orquesta 100 gaitas kabá. Fue presidente honorario del jurado del concurso de gaita que se celebra en Guelá por el Día de san Elías (Ilinden). Es reconocido, asimismo, como maestro de gaitas; varias de ellas son propiedad de extranjeros entusiastas del folklore búlgaro.
Stefka Ivanova, hija del artista, cuenta historias de su afamado progenitor:
Para nosotros, su familia, él era una persona maravillosa, y para el resto de la gente, una persona de mente abierta. Hay una foto que lo caracteriza mejor: en ella está con los brazos abiertos, y en una mano sujeta su gaita. Jamás se negó a tocar, independientemente del número de personas que querían escucharle, ya fueran dos, 20 o más. Había gente que venía a Guelá con el único propósito de escucharlo y verlo. Una vez, llegaron a casa un par de matrimonios, y cuando papá empezó a tocar se pusieron de pie con las lágrimas en los ojos, como si escucharan el himno. Quería mucho a su gaita, recorrió media Europa con ella. En casa, en días de fiesta, después de la cena, salíamos a bailar en el patio, y cuando ya no cabía más gente, nos íbamos al prado a terminar allí el festejo. En otra ocasión, llegaron de visita a Guelá unas familias amigas de la ciudad. Decidimos subir al pico Orfeo, el segundo más alto del Ródope. Allí, divisamos dos figuras en el horizonte, eran mi padre y mi esposo, y desde lo lejos se escuchaba el sonido de la gaita. Más tarde mi papá me dijo: “Quería tocar allí donde empecé”. Cuando era niño, primero tocaba el caramillo, una especie de pequeña flauta pastoril, hasta que al final empezó a sacar las ovejas a pastar en la montaña tocando la gaita. Fue un gran hombre.
Versión en español por Daniela Radíchkova
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