La transición a los nuevos tiempos no fue tan “revolucionaria”, ya que los monarcas del Tercer Estado búlgaro –en especial el zar Fernando I que gobernó el país de 1887 a 1918 (hasta 1908 como príncipe)– apoyaban las bellas artes y el palacio fue un lugar para la cultura. Durante el mismo período, aparecieron y se consagraron generaciones de artistas de carácter genuinamente búlgaro. La mayoría de ellos solía frecuentar la corte o contaba con el respaldo de la familia real.
La exposición presenta el arte de finales del siglo XIX y principios del XX, principalmente durante la época del zar Fernando I, así como el ambiente palaciego en el linde entre dos siglos. El gran arte extranjero llegó a Bulgaria mediante la colección personal de pinturas del monarca. Artistas búlgaros, en general pintores cortesanos, hacían copias de obras maestras europeas. Con el tiempo, en el arte de la pintura se fue desarrollando una escuela búlgara de carácter nacional. Algunos de los pintores eran extranjeros, como los artistas checos Ivan Mrkvicka y Jaroslav Vesin.
Es un fenómeno que se observa también en las escuelas nacionales de la cultura europea: por ejemplo, Jean–Baptiste Lully (1632–1687), el gran maestro de la ópera francesa, era de origen italiano y llevó a Versalles la maestría que había alcanzado en la música su patria. En Bulgaria, a los experimentados artistas de Europa Central se unió toda una pléyade de maestros búlgaros del pincel.
Un equipo grande de la Galería Nacional de Bellas Artes se involucró con esta exposición –dijo en la inauguración la directora de la Galería, Yaroslava Bubnova– . Había que comprobar una serie de hechos con respecto a los interiores y sus funciones, y también revisar el estado de las obras que se conservan aquí. Muchas de ellas no se han exhibido durante décadas por razones políticas. Por esto los restauradores de la Galería Nacional de Bellas Artes han tenido que realizar un trabajo enorme y a fondo.
Es así como la exposición echa luz sobre una parte desconocida de la vida y la cultura búlgaras en el pasado. La muestra presenta también los mejores artistas búlgaros de la época, como Antón Mitov, Tseno Tódorov y Nikola Petrov, así como algunos nombres poco conocidos como Elena Karamijáylova (1875–1961), una de las primeras pintoras profesionales de Bulgaria y la primera impresionista de este país.
Además, ha sido restaurado el que fuera conocido como El Salón Rojo; en el mismo se exhiben los cuadros que se encontraban allí durante la monarquía.
La exposición muestra, además, una serie de documentos que atestiguan el papel del Estado y la Corona en el fomento de las Bellas Artes búlgaras, como, por ejemplo, una carta en la que se habla de la X Exposición Internacional de Bellas Artes de Munich y el compromiso del zar Fernando I con los preparativos de la participación búlgara.
Con el apoyo del Ministerio de Cultura de Bulgaria, por primera vez en público se exhibe el retrato del primer príncipe búlgaro, Alejandro I de Battenberg, que gobernó el país desde 1879 hasta 1886. Su autor es el artista alemán Konrad Dielitz. El Estado búlgaro adquirió el retrato a principios del año en curso en una subasta en Viena (Austria). Es una obra emblemática para el arte y la estatidad en los albores de la nueva Bulgaria que consiguió su libertad en 1878, después de cinco siglos de dominación otomana. La imagen del joven monarca irradia optimismo, y su uniforme militar no es sólo un atributo representativo: poco después, el príncipe Battenberg sería el comandante supremo del Ejército búlgaro durante la guerra entre Serbia y Bulgaria (noviembre de 1885), que sellaría la reunificación del norte y el sur de Bulgaria, formalizada en septiembre de aquel mismo año.
Versión en español por Daniela Radíchkova
Fotos: Galería Nacional de Bellas Artes y Veneta Pavlova
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