“Un verano más casi el 80% de las frutas y hortalizas en el mercado búlgaro son importadas”, ha señalado Mariana Miltenova, presidenta de la Asociación Nacional de Hortelanos, en una entrevista para la Agencia Búlgara de Noticias, BTA. Debido a las granizadas y la posterior sequía en agosto, los precios de las frutas y las hortalizas mantienen altos niveles en el mercado.
La aldea de Zar Samuil, en la provincia de Silistra (nordeste de Bulgaria), es un ejemplo de cómo la producción agrícola puede sufrir cambios dependiendo de las condiciones, el consumo y la demanda. Hasta hace algunos años, la aldea era líder en el cultivo de tabaco de las variedades Burley y Virginia, pero como resultado de los bajos precios de compra y otros problemas en el sector, los agricultores abandonaron la producción de tabaco y ampliaron sus huertos de albaricoques, y en los campos de la ribera del Danubio, donde el riego es más fácil, empezaron a cultivar sandías de muy buena calidad. Así, la localidad se hizo conocida en toda la región como “la aldea de las sandías más dulces”. No obstante, esto no fue suficiente para los agricultores locales, que se dedicaron, asimismo, a la producción de duraznos y cerezas. El cultivo de verduras y hortalizas también empezó a ganar impulso. En muy poco tiempo aparecieron invernaderos, en los que en invierno y verano se crían pepinos, tomates y lechugas entre otros productos.
Nuri Ismail, vecino de la aldea de Zar Samuil, es un hortelano hereditario. Junto con su esposa Aishé, venden tomates, berenjenas, pepinos, pimientos dulces y picantes, etc. en el mercado de los horticultores de la cercana ciudad de Kubrat.
“Mi padre fue el fundador de la horticultura en nuestro pueblo –dice Nuri– . Unos 45 años atrás, comenzó a cultivar verduras y hortalizas. Yo soy el continuador de esta tradición. Renuncié a mi oficio de carpintero y ahora es la horticultura la que proporciona a mi familia los principales medios de subsistencia. El cultivo de verduras y hortalizas requiere mucho trabajo y perseverancia, y el factor más importante para una buena cosecha es el riego. Los agricultores no conocen el descanso ni en invierno ni en verano. En el campo, los precios de los productos hortícolas son más bajos que en la capital. Nosotros cultivamos una variedad búlgara de tomates llamada Magia rosada. Por primera vez este año, logramos vender nuestros tomates a 2,50 leva por kilo (1,25 euros). En años anteriores, los precios siempre rondaban los 20 stotinki (10 céntimos de euro) el kilogramo. Cada año por esta época, cuando la gente empieza a preparar las provisiones para el invierno, los precios caen drásticamente, pero en esta ocasión subieron debido a las lluvias, las granizadas y la sequía en agosto”.
El mayor problema en esta parte de la región del Dóbrudzha es la escasez de agua. Pese a que la aldea de Zar Samuil se encuentra a unos diez kilómetros del Danubio, los sistemas de riego, construidos durante la época del socialismo, son inutilizables por su deterioro, mientras que debido al suelo calcáreo, el agua es accesible sólo a gran profundidad. Nuri Ismail cavó un pozo en su huerto, que le costó 5,000 euros. Con la ayuda de sus hijos, consigue producir productos hortícolas, pero confiesa que los jóvenes son reacios a dedicarse a este oficio. También se refiere a la proporción de frutas y hortalizas nacionales e importadas que se venden en el mercado de Kubrat.
“En este mercado las frutas y hortalizas búlgaras rondan el 20%, el 80% restante se importa de nuestros países vecinos Rumania, Turquía y Grecia. A los productores agrícolas se les puede reconocer por la cantidad relativamente pequeña de frutas, verduras y hortalizas que venden. Los puestos con abundancia de productos son de los revendedores. Semejante desfase se debe al hecho de que las aldeas se van despoblando. Los jóvenes buscan oportunidades afuera porque trabar en el campo no los atrae, ya que requiere mucho tiempo, voluntad y esfuerzos incesantes”.
Versión en español de Daniela Radíchkova
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