Alguna vez fue una de las urbes de mayor resplandor entre las que se asentaban a lo largo de las riberas del río Danubio. Hoy en día, sus ruinas se encuentran desparramadas sobre un área extensísima en las afueras de la aldea de Guiguen. Las imponentes columnas rematadas por capiteles, las consolas exquisitas y los bloques de mármol se encuentran dispersos indiscriminadamente unos encima de otros como si en aquellos parajes se hubiera desatado una calamidad natural inédita. La antigua Ulpia Oescus se encuentra hoy sumida en la ruina y el olvido.
La villa llegó a ser antaño la colonia más importante de la provincia romana antigua de Baja Moesia Moesia Inferior. Contaba con templos imponentes, edificios hermosos y anchas avenidas bordeadas por comercios, concurridos a toda hora por transeúntes y comerciantes de géneros importados de todos los rincones del imperio.
”La ciudad tenía forma pentagonal, ceñida por murallas muy espesas, con sus puertas y torres... La antigua Oescus tenía realmente un aspecto imponente –dice Vladimir Náydenov, arqueólogo del Museo de Historia de la ciudad de Pleven– . Estaba ubicada cerca del lecho del río Danubio, que con el paso del tiempo, se ha ido desplazando. En proximidad corría el río Ískar (el río búlgaro más largo), que también era muy caudaloso. Muy probablemente, cerca de Oescus existió un puerto. En los alrededores había algunos asentamientos adyacentes, donde morarían artesanos y mercaderes, y había varias necrópolis”.
La calles que se cruzaban en ángulo recto en el sentido Norte–Sur y Este–Oeste formaban los barrios urbanos, y algunas de las edificaciones habían sido construidas con mármol verde, importado desde la zona de la actual ciudad italiana de Brescia. Ulpia Oescus disponía de dos termas excelentemente equipadas, donde la población solía relajarse y comentar temas de actualidad.
Sin embargo, era en el Foro donde latía el corazón de aquella ciudad. En torno a aquél bullía la vida pública y política. A raíz de excavaciones arqueológicas se han descubierto vestigios de una basílica civil de dimensiones inusualmente grandes (de 100 metros por 25). ”Allá hacían sus pactos los mercaderes y también transcurría la administración de justicia en esta antigua colonia”, asevera Vladimir Náydenov.
Ulpia Oescus alardeaba de sus dos hermosos templos. ”Se trata del templo de la Trinidad Capitolina, que era un conjunto de tres edificaciones independientes consagradas a los dioses Júpiter, Juno y Minerva, así como del templo de la diosa Fortuna, patrona de la colonia”, dice Vladimir Náydenov.
La colonia vivió sus momentos estelares durante el reinado del emperador Constantino el Grande, en el siglo IV.
”Quizás el último destello de Oescus se produjera con la visita del emperador Constantino para la inauguración del puente sobre el río Danubio –comenta Vladimir Náydenov– . Ocurrió el 5 de julio del año 328. El puente enlazaba Oescus con la villa de Sucidava, emplazada en la margen opuesta del río, en el territorio de la actual Rumanía”.
El puente era de madera, pero tenía cimientos de piedra y su longitud era de más de un kilómetro, un auténtico prodigio de la ingeniería en la Antigüedad. Sin embargo, poco después se iniciaría la decadencia gradual de Ulpia Oescus, que a finales del siglo IV fue víctima de incursiones de los godos. Posteriormente sufrió reiterados ataques de los hunos y, al término del siglo VI, las embestidas de ávaros, búlgaros y eslavos. Poco a poco, la floreciente Ulpia Oescus se fue transformando en una colonia provincial decaída.
Versión en español por Mijail Mijailov
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