En la aldea de Bánichan, en la montaña de Pirin, en la porción suroccidental de Bulgaria, se mantienen vivas hasta hoy en día varias tradiciones seculares que están trasladando al presente información sobre los usos y costumbres, la cosmovisión, las creencias y las relaciones humanas. Una de estas costumbres reside en tejer coloridos calcetines de lana, conservando la factura que tuvieran antaño.
”Son una especie de misivas que nos han enviado nuestros antepasados, y las tenemos que leer con nuestros ojos y aceptar con el corazón para preservar y perpetuar el vigor del espíritu y la memoria imperecedera de la estirpe y realzar la singularidad de la mujer de Bánichan −dice Rumyana Dzhíbova, secretaria de la casa de cultura local− . La gente sigue creyendo hasta hoy en día que al regalar un par de calcetines a una persona allegada, se le obsequia con una bendición, con el calor de la lumbre del hogar”.
Lo que distingue a los calcetines de Bánichan es la combinación pintoresca entre colores y ornamentos. Los modelos son nueve y cada uno tiene su nombre concreto. Los colores empleados, el blanco, el rojo, el verde, el azul y el amarillo, revisten su importancia para la prevención contra el Mal. Algunos de los motivos de ornamentos búlgaros más antiguos se conservan en los calcetines tejidos de los lugareños y esta enorme variedad de colores y figurillas no se dan en ninguna otra parte de Bulgaria.
En Bánichan los calcetines eran un símbolo del estatus social de la mujer que los lucía, de sus habilidades en la tejeduría, de bienestar y estado civil. La comadrona que asistía a la parturienta tenía que regalarle al recién nacido calcetines tejidos por ella misma, otorgándole el don de la salud, de la felicidad y de tener descendencia. Los calcetines también eran un elemento obligatorio de la boda, y en la actualidad todos pueden admirar su atractivo en el Museo del Calcetín del pueblo.
Hay calcetines de Bánichan en más de 25 países de cinco continentes, y en 2018 hasta desembarcaron en la Corte Real británica como obsequio para la boda del príncipe Enrique y Meghan Markle. Dos meses después, llegaba a Bánichan una carta de agradecimiento de la reina Isabel II.
A la aldea se la conoce no sólo por sus calcetines, sino también por el autóctono traje femenino local compuesto por una falda y una túnica de color azul o blanco. Su elemento más vistoso es el delantal, y los catorce modelos de este traje se encuentran cargados en la biblioteca electrónica en la base de los expedicionarios búlgaros en la isla de Livingston en la Antártida.
”En este delantal la mujer de Bánichan ha plasmado rezos de que quien lo lleve tenga buena salud, sea venturosa y pueda procrear −explica Rumyana Dzhíbova− . El simbolismo y los motivos decorativos sólo se pueden ver aquí, en Bánichan. Abigarrados y vistosos, los delantales suelen ser llevados no sólo por lo hermosos que son, sino también para prevenirse contra males, y los colores, los símbolos y los motivos decorativos se pueden ver únicamente en nuestra aldea. Han sido hechos con bordados con punto de cruz, ya que la crucecita es símbolo universal de protección, y las figurillas del delantal, desde los elementos geométricos más sencillos hasta las combinaciones complejas, están destinadas a prevenir contra males”.
Rumyana Dzhíbova y otra vecina de la aldea también confeccionaron un mapa bordado de ésta. Les llevó seis meses hacerlo, y las dimensiones del panel son de 70 x 100 cm. En este panel aparecen todos los tipos de bordados que se hacen en el camisón y el traje de la mujer local: más de 23 símbolos y otros tantos bordados−reliquias. Para 900.000 puntadas con la aguja se necesitaron cinco mil metros de hilos de algodón natural, y lo curioso es que la distancia entre la aldea y el centro municipal: la ciudad de Gotse Delchev, es justamente de 5.000 metros.
“Observando el mapa, uno parece ir trasladándose a un mundo más hermoso, un mundo de armonía, bondad, entendimiento, sublimación −comenta Rumyana Dzhíbova− . A través de este mapa nuestro pasado va resucitando, es como si este mapa se fuera a poner a hablar, procurando hacer visible el espíritu de nuestros ancestros. En él hemos recreado el mayor número de templos con los que contamos per cápita de la población de Bulgaria, las dos fuentes de agua termal, otros tantos ríos, las cebollas blancas y rojas cultivadas aquí, y el mayor número de nidos de cigüeñas que tenemos en nuestra aldea. Estos son los otros símbolos de Bánichan que no se pueden ver en ningún otro rincón del país”.
Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: Facebook/ Centro comunitario Izgrev
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