“La mayoría de los judíos búlgaros son artesanos pobres o trabajadores llanos. Habiendo crecido en parte con griegos, turcos y gitanos, el búlgaro corriente no entiende el sentido de la lucha contra los judíos, tanto más que por naturaleza tampoco entiende el sentido del problema racial”. En estos términos describía la idiosincrasia del pueblo búlgaro Adolf–Heinz Beckerle, ministro plenipotenciario alemán en Sofía durante la Segunda Guerra Mundial. Probablemente en ello resida la clave para descifrar el fenómeno de la salvación de los judíos búlgaros.
Se trata, antes que nada, de un acto sin precedentes por su escala: Bulgaria salvó a más de 48.000 personas. Otra nación que salvó a sus judíos durante el fascismo, la danesa, envió a casi 8.000 de ellos a Suecia, y en Albania, en las montañas, han sido escondidos unos 2.000 judíos. La otra particularidad del fenómeno búlgaro es que la salvación se produjera en el propio territorio del país. Es por ello que a finales de la guerra el número de los judíos en Bulgaria resultaría superior al del comienzo de la contienda.
Los acontecimientos
El 10 de marzo de 1943, los metropolitanos de Plovdiv y Sofía, Kíril y Stefan, respectivamente, frustraron la deportación de cientos de judíos de Plovdiv a los campos de exterminio nazis. Siete días después, Dimítar Peshev, vicepresidente a la sazón de la Asamblea Nacional de Bulgaria, escribió una carta contra la deportación de los judíos búlgaros, respaldada por 42 diputados. Así, con la intervención de políticos, de clero y de la sociedad, los judíos búlgaros fueron salvados.
Una exposición permanente montada en la casa museo de Dimítar Peshev en la ciudad de Kyustendil (suroeste de Bulgaria) evoca a través de objetos, fotos y facsímiles los acontecimientos de marzo de 1943. Los historiadores, políticos y figuras públicas de hoy coinciden en calificar los esfuerzos por la salvación de los judíos en Bulgaria durante la Segunda Guerra Mundial de uno de los momentos de mayor grandeza en la historia búlgara del siglo XX.
“Quien salva una vida, salva al mundo entero”, reza una antigua máxima judía. Amalia Arónova es una de las judías búlgaras salvadas. Estuvo viviendo en Sofía y en 1951 se mudó a Israel, donde trabajó en el laboratorio de un hospital.
Ante las corresponsales de Radio Nacional de Bulgaria en Israel, Fenya e Iskra Dekaló, Amalia se ha referido a los años de su destierro de Sofía, pasados en la aldea de Kámenovo, en la región de Burgás (sureste de Bulgaria). Recuerda cómo la gente del pueblo le daba la espalda a las severas reglas con respecto a quienes estaban confinados allá y acogían a los judíos de Sofía más bien como la familia de un especialista en misión de servicio antes que como a gente puesta en aislamiento. Y es que en aquella época a los desterrados de Sofía no se les permitía alojarse en casas de búlgaros, se les prohibía salir de compras en el mercado por más de dos horas y que incluso los niños judíos debían llevar la insignia amarilla.
“Vivíamos en una casa alquilada como el resto de personas. Nos traían a casa pan y diversos regalos. No nos faltaba nada. La gente no hacia distinción alguna entre un judío y un búlgaro −cuenta Amalia, que hoy se encuentra a miles de kilómetros de Bulgaria− . Quiero contarles un caso muy curioso. Ocurrió después del 9 de septiembre de 1944. El gobierno había cambiado y la aldea tenía un nuevo alcalde elegido por el Frente de la Patria. El alcalde llegó a casa acompañado por cierto funcionario del Estado. Sujetaba en mano un cuchillo largo. Preguntó por papá, diciendo: “¿Dónde está el doctor?”. Mi mamá contestó que estaba descansando, y él pidió que se levante y se vista la chaqueta. En la chaqueta estaba la estrella amarilla. Mamá fue a decírselo a mi padre y él se puso la chaqueta. Entonces el alcalde se le acercó y cortó la insignia con el cuchillo, la tiró y dijo: ”Ahora ustedes son ciudadanos de plenos derechos de Bulgaria”.
Hay cientos de historias de actos de compasión, humanitarismo y respaldo a los judíos, narradas por los judíos búlgaros salvados y sus descendientes. Su vínculo con Bulgaria sigue vivo, porque este país llegó a ser parte del universo de su vida.
Para Radio Bulgaria desde Tel Aviv, Fenya e Iskra Dekaló
Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: archivo y digital-culture.eu
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