La tradición manda que los huevos de Pascua sean pintados el Jueves Santo por la mujer de mayor edad de la familia. En el pasado, en los hogares más pudientes se solían pintar hasta 600 huevos, para que hubiera hasta el Día de la Ascensión y para que bastaran para todos los miembros de la casa, así como para familiares e invitados, para los pobres y los viajeros. Para teñir los huevos se usaban tintes de diversas plantas: el rojo se conseguía con orégano, el verde con ortiga, el naranja con árbol del humo y el amarillo con hojas de nogal o cáscara de manzanas.
El primer huevo siempre se tiñe de rojo. ¿Por qué es así?
“Por un lado, el huevo es el primer alimento de origen animal con que, por tradición, se pone fin a la Cuaresma. En el cristianismo el huevo es visto como símbolo de la tumba de Jesucristo, que sus seguidores encontraron vacía después de Su Resurrección. En un sentido más amplio, el huevo es símbolo de la vida eterna y la salvación del espíritu. Por otro lado, el color rojo que, según los teólogos, simboliza la sangre derramada del Salvador, en la cultura tradicional significa vida, energía, fuerza vital, y ahuyenta todas las cosas malas y peligrosas”, explica Vijra Báeva, del Instituto de Estudios de Etnología y Folklore, adscrito a la Academia de Ciencias de Bulgaria.
Con el primer huevo pintado de rojo se frotan la frente y las mejillas de los niños, las jóvenes casaderas y las recién desposadas para que gocen de buena salud durante todo el año y que estén protegidos de todo mal. Luego el huevo se coloca junto al icono de la casa, donde permanece hasta la próxima Pascua de Resurrección para traer salud y bienestar al hogar. Recién entonces se tira, no sin antes romperlo y leer la suerte acorde la forma en que se ha secado el huevo.
Lo mejor viene a la hora de la “lucha” con huevos de Pascua para ver a quién le ha tocado el de cáscara mas dura. Los huevos se golpean uno contra otro y la persona cuyo huevo salga ileso, es decir, con la cáscara sin romper, será la más afortunada durante todo el año.
Los folkloristas cuentan además la costumbre de llevar el huevo recién pintado de rojo al campo y enterrarlo allí para que sea buena la cosecha. En Pascua de Resurrección los huevos rojos también se llevan a la iglesia y se dejan delante de los iconos.
Un significado especial tienen los huevos pintados con una técnica de cera especial. Estos huevos no se comen, sino se regalan a personas allegadas y queridas, que, por su parte, los atesoran como un recuerdo precioso. De allí proviene el dicho popular “Le cuidan como un huevo de Pascua”, equivalente en español a “cuidar como la niña de sus ojos”, cuando nos referimos a una persona muy protegida.
El artículo “Las antiguas técnicas para los huevos pintados siguen vivas en la actualidad” de la colección de Radio Bulgaria se refiere a las diferentes técnicas para decorar los huevos de Pascua.
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