La vida de los cocineros de reconocimiento mundial Gianfranco y Anna Chiarini suele transcurrir con gran intensidad, marcada por viajes frecuentes a un sinfín de destinos. En su lista de países visitados caben nada menos que 114, en los cuales la pareja de cocineros ha ofrecido a empresarios nativos asistencia para montar su negocio propio y transformar sus restaurantes no sólo en instalaciones para la alimentación, sino también en recintos de inolvidables vivencias.Esta ambición les ha mantenido activos incluso hoy, mientras disfrutan del trabajo en su restaurante familiar, que tienen abierto en la aldea búlgara de Dévino. Este pueblo, ubicado a caballo entre las ciudades de Veliko Tárnovo y Targóvishte y casi despoblado, les cautivó ya en los primeros minutos desde su llegada para examinar un inmueble con el que se habían topado en las redes sociales.
¿Por qué se han decantado por Bulgaria? Resulta que los dos la conocen ya desde el año 2015, cuando Gianfranco llegó al centro de montaña de Bansko, en la montaña de Pirin, como invitado especial a un festival culinario. Al término del evento, Gianfranco y Anna alquilaron un coche en el que recorrieron las ciudades de Plovdiv, Sofía, Veliko Tárnovo, Varna y Burgás. Medio año después ya volverían a Bulgaria con el deseo de comprarse un piso y seguir conociendo el país. Se fijaron también en un inmueble en Bansko, pero al poco rato se dieron cuenta de que no era lo que les convenía. Algún tiempo después leyeron el anuncio que decía que se ponía a la venta una escuela abandonada en la aldea de Dévino. Amén de los dos pisos del plantel, que remodelaron transformándolos en un restaurante y un área residencial para ellos dos, Gianfranco y Anna obtuvieron un patio enorme del que se abría un hermoso panorama hacia los alrededores.“En el restaurante nos las apañamos entre los dos. Yo faeno en la cocina y Anna es la que sirve los platos: no queremos arriesgarnos con un camarero que se interponga entre nosotros y nuestros parroquianos”, dice Gianfranco en una entrevista con Radio Bulgaria.
La pareja procura que los platos que elaboren tengan aspecto moderno pero conservando, al mismo tiempo, el sello de lo búlgaro.
“Anna y yo somos personas que gustan de la comida frugal, nos agrada la dieta mediterránea –comenta Gianfranco–. Nos gustan el queso blanco en salmuera, el *kyópoolu, la ensalada shopska, la lútenitsa y el tarator. Empleamos asimismo productos que existen acá en Bulgaria, pero casi no se utilizan. Tales son, por ejemplo, los caracoles. Procuramos imprimir una nueva identidad a la cocina búlgara, elevarla a un nivel culinario expresivo superior. Debemos crear una nueva generación de nombres que sirvan de orientación a los extranjeros que desconocen Bulgaria. Por lo demás, procuramos ir perfeccionando los platos que ya nos son familiares”.
Es un ejemplo en este sentido el tarator, la tradicional sopa fría búlgara, a la que, además del yogurt y los pepinos muy finamente desmenuzados, los dos culinarios agregan caracoles y salsa a base de limón y mantequilla. Sirven la sopa con una guarnición de chips vegetales.
* Kyópoolu − popular condimento búlgaro hecho principalmente de berenjena asada y ajo. También se le puede añadir pimiento y tomate.
Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos:Facebook / @10DieciBoutique, dieciboutique.com, archivo personalEn 2017 Iliana Boyadzhieva Smith creó la escuela búlgara en Chelmsforn, en el condado de Essex, guiada por la idea de conservar el espíritu, la cultura y el idioma búlgaro entre la más joven generación de niños búlgaros que viven en el extranjero en..
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