Gueorgui Velchev es un búlgaro de talento que mide talla con autores que tuvieron el privilegio de trabajar en el seno de afirmadas culturas seculares. Con su obra dio un aporte individual a la cultura universal pero permaneció largo tiempo en la sombra a causa del régimen comunista caracterizado por la ignorancia y el odio a la individualidad.
Nació hace 130 años y debieron transcurrir varios decenios para que se produjera su rehabilitación social y artística gracias al historiador del arte Rumen Serafimov, quien se ocupó de estudiar y restablecer el abandonado museo del pintor, organizado en su momento en su casa natal en la marítima ciudad de Varna. Ante la vista del investigador fueron apareciendo testimonios insospechados de una emocionante, sufrida y prolijamente creativa vida artística.
Gueorgui Velchev es descendiente de una familia de la localidad de Zheravna. Sus padres se trasladaron a Varna, la capital marítima de Bulgaria, y su padre abrió la primera librería en esa ciudad. Siendo aún estudiante, el futuro pintor visitó el Museo del Hermitage en San Petersburgo y la Galería Tretiakov en Moscú, lo cual, en sus propias palabras, predeterminó su opción profesional por el arte. Dos grandes pintores nacionales: Iván Mrkvicka y Stefan Ivanov, sentaron las bases académicas de su trabajo artístico.
Gueorgui Velchev pertenece a la generación de pintores como Sirak Skitnik, Nikolay Raynov e Iván Milev, que en las primeras décadas del siglo XX se opusieron al realismo tradicional e intentaron tomar energía del modernismo europeo. A tal efecto, en 1920 Gueorgui Velchev marchó a París.
“Allí se especializó en el estudio del Prof. Armand Jean de la Academia de Bellas Artes y fue influenciado por el grupo de los nabis (los profetas del arte moderno): pintores rebeldes que crearon un arte simbolista de fuerte carga intelectual, consistente en una contemplación poética de la naturaleza y de la esencia humana.
Durante los tres años de su estancia en París Gueorgui Velchev trabajó en un estilo postimpresionista y puntillista, y creó espléndidos paisajes del hermoso Parque Monceau, el Bosque de Bolonia y diferentes partes de la Ciudad de la Luz.
Casi no hay pintores búlgaros que hayan viajado por más países y continentes que Gueorgui Velchev, opina el investigador. En Alemania fue invitado por Heinrich Vogeler a unirse a su famosa colonia artística en Worpswede y por un corto tiempo fue partícipe de significativos procesos culturales. Permaneció nada menos que ocho años en Nueva York donde presentó exposiciones individuales y participó en muestras colectivas.
No obstante, la crisis económica que azotó Estados Unidos le movió a regresar a la patria en 1932. En el largo viaje de retorno a su casa paterna visitó varios países, incluidas China y Australia. Logró presentar también dos exposiciones: una en París y otra en Londres. Lamentablemente, en uno de los barcos en que viajó desaparecieron dos maletas llenas de obras suyas.
En Bulgaria Gueorgui Velchev recorrió pueblos y aldeas, dibujó sin cesar y presentó grandes exposiciones. Sus obras eran solicitadas incluso por la Casa Real.
“Enriquecido por el conocimiento del enorme espacio cultural del mundo, a través del arte Velchev contemplaba con una especie de triste aristocratismo la vida del pequeño mundo de Bulgaria”, dice Rumen Serafimov. En este micro mundo suyo ocupaban un lugar especial el mar con sus semblantes claros y oscuros, tempestuosos y tranquilos, y el encuentro de las olas con la solitaria orilla rocosa...
Después de 1944 el régimen comunista le tachó de indigno de confianza por ser persona libre e inteligente que había vivido en Occidente.
“El pintor comenzó a sentirse objeto de represión psicológica −prosigue el historiador del arte Rumen Serafimov− . Nadie le compraba las obras y después de 1946 no presentó más exposiciones. A pesar de ello no paraba de trabajar. Su arte fue cambiando. Sus últimas obras son muy sombrías, llenas de amargura y cargadas de gravedad emocional”.
En sus últimos años (abandonó este mundo en 1955) Gueorgui Velchev se volvió sombrío y perdió su espíritu vital. Fue “despoblando” sus cuadros porque, decía, no necesitaban presencia humana.
“En sus lienzos se percibe un solitario misterio −agrega Rumen Serafimov− . El pintor llevaba en su fuero interno la soledad de una persona altamente inteligente y sensible que siempre fue solitaria. Con sus andanzas pretendió huir de una suerte de insatisfacción que sentía, superar la carencia que experimentaba en sus sentimientos y pasiones, que le movía a buscar fuertes vivencias, encuentros y comunicación humana. Así deja en nosotros la sensación de haber sido una persona espiritual que aspiraba belleza y unas dimensiones mucho más amplias de la vida, que en su momento sí tuvo la suerte de alcanzar, si bien en otras sociedades”.
Versión en español de Raina Petkova
Fotos: Galería y Casa Gueorgui Velchev
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