En el año 1865 el gobernador del Valiato del Danubio del imperio otomano dio el rango de ciudad al pueblo de Samundzhíevo y le bautizó con el nombre del sultán Orhan, Se acometieron intensas obras de construcción en la nueva localidad que, situada en el camino que enlazaba Sofía con Vidin, fue prosperando. De la Orhanie de antaño, hoy en día en Bótevgrad, sólo ha sobrevivido la torre del reloj, dice Reni Petrova, directora del museo local y agrega:
“Esta torre es, de hecho, nuestra “primera ciudadana”, que lleva ya 150 años situada en el centro de Bótevgrad dando la hora. Lo anuncia con un tañer de campana que suena en la tonalidad de La diez. Forma parte de los 100 sitios de interés turístico de Bulgaria y ha sido declarada parte del patrimonio cultural. La torre del reloj de Bótevgrad es el único monumento arquitectónico que queda de la época otomana en la villa. Las obras de construcción concluyeron en 1866, por orden de Midhat Bajá. Vuno Markov, de la aldea de Vrachesh habría sido muy probablemente el hombre nombrado responsable principal de las obras. La torre debía tener unos cimientos muy sólidos pues su altura sería de 30 metros y eso la convertiría en la torre más alta a la sazón en la península Balcánica. Resulta curioso conocer que nunca hubo en la torre un dial para su reloj. Siempre ha marcado las horas con un sonido de campana, audible a una distancia de tres kilómetros”, dice Reni Petrova.
El monumento al destacado constructor renacentista Vuno Markov, autor no sólo de la hermosa torre del reloj de Bótevrad se puede ver en el centro de cercano pueblo de Vrachesh. Según el alcalde, Marín Bónchovski, hay dos versiones sobre el nombre de esta aldea. Una de ellas apunta a que el nombre viene de “vrachka” (en español, "vidente"), pero el origen más probable es de la palabra “vratsa” o “vrata” (en español "puerta"), ya que el pueblo era un guardián del puerto a través de la montaña hacia Sofía. En la época del dominio otomano los "dervenci", o sea los guardianes del puerto de montaña, que eran los moradores de este pueblo, no pagaban tributos y aquella exención atraía a una población que tenía su sustento en procesar la madera de los bosques:
„Procesaban la madera de los árboles, fabricaban los ataúdes de antaño, elaboraban baúles, tablillas, tejas, que colocaban el en cielorraso para el desván -dice el alcalde de Vrachesh, Marín Bónchovski- . Hacían vigas y también guarniciones para las ruedas de las carretas. Comenzaron, paulatinamente, a fabricar toneles, cubas, barricas, entre otras cosas de madera, siempre para el uso hogareño. Actualmente en casi la mitad de las casas de Vrachesh hay artesanos toneleros y cuberos”.
¿Es fácil ser alcalde en los tiempos que corren, en los que los municipios se quejan de no tener dinero ni siquiera para pagar su alumbrado público? Marín Bónchovski responde :
“Por ahora seguimos teniendo en funcionamiento nuestro alumbrado público. Ojalá no se prolongue esta crisis. La gente de acá es acaudalada. Sus pretensiones son más de las que tienen los moradores de los otros pueblos, son personas un tanto caprichosa y no dejan de pedir esto y aquello. Así que no se le es fácil a uno ser un alcalde. Respecto a los mandatos que puedan tener los alcaldes siempre he afirmado que, como máximo, deban cumplir dos. Cuando nos desgastemos en este cargo ya podrán venir otros para alcaldes. El estándar de vida aquí es bastante alto. Nos encontramos cerca de Bótevgrad y de Sofía, cada uno tiene su oficio y no teme al paro. Que yo sepa, en nuestro pueblo la tasa de desempleo es nula”.
En Vrachesh funcionan todavía más de 80 talleres de fabricación de cubas, toneles y barricas. El alcalde, que antes había trabajado como cubero, se siente orgulloso de que durante su mandato, un 14 de octubre, día de santa Parascheva, se comenzara a celebrar un Festival de la Cuba, que han tenido por resultado la llegada de un mayor número de visitantes a este pueblo realmente moderno.
Al homónimo monasterio, próximo al pueblo de Vrachesh, también llega un buen número de peregrinos. Se ubica en las faltas de la cordillera Balcánica, en la que se encuentra el pico Murgash (a una altitud de 1687 metros sobre el nivel del mar). Se puede llegar a esta cumbre en coche o a pie por el camino bien mantenido que bordea el pintoresco valle del río Chéshkovitsa.
Cuenta la leyenda que el monasterio se habría fundado en el año 1230, tras la batalla de Klokótnitsa, justo el 9 de marzo, Día de los 40 Santos Mártires. Con aquel gesto el zar Iván Asen II llegaba a patentizar su agradecimiento por la victoria militar de los búlgaros.
El monasterio de los 40 Santos Mártires fue remozado a finales del siglo XIX cuando después de las visiones que tuviera un pastor de ovejas de la zona, los creyentes descubrieron los cimientos del templo antiguo y un manantial. Fue también entonces cuando fue descubierto un icono milagrero, del siglo XVII, de la Madre de Dios. El manantial brota en las inmediaciones de los muros del monasterio y se asegura que su agua cura no sólo el cuerpo sino también el alma.
Versión en español por Mijail Mijailov
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